Extrañarte es vomitivo, nace del anhelo de querer que me hables y luego recordar lo ridículo que suena pedirle a Dios que me busques, que la curiosidad nazca en tu pecho tan feroz como mi corazón rompiéndose cada vez que me parece verte por la calle y no eres tú. Mantengo la calma de forma enfermiza, con esperanza, como alguien que es amado de vuelta y confía, me mantengo cuerda convenciéndome de que en algún momento darás una señal de vida. Recuerdo y se siente como meter una aguja gruesa en una muy herida fina, me retuerzo porque nadie pudo haberme tocado el alma sin haberme querido antes (o eso creía). He llorado en la calle, en el cuarto del hospital, en el bus, en la universidad, en McDonald's y en el centro comercial; yo me baño en lágrimas porque te lo permití y me quedé aún cuando sabía que no había forma de reciprocidad. Si nos pienso siento náuseas, y extraño que no fuera así. Ni por la piel que se toca has intentado volver, y tengo los ojos abiertos, sólo creo tener fe como quién cree siempre de sobra.
Amor, me ha dolido ya no ser más
tuya.
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