El pasado son sombras en mi, que taciturnas, no me hablan, pero me lo dicen todo.
Aquellas que no puedo dejar atrás, hechos que se quedan grabados, como siluetas a contraluz.
Promotores de un escarmiento por elementos que ya no existen, de un tiempo que no es el que vivo.
Eliminarlas debo, tanto por lo vivido, como por lo que en realidad es el «quid» en la existencia del hombre, el presente.
No puedo alejarme del ahora por lo acontecido.
Es una lucha entre lo que uno debió y lo que debe hacer.
¿No es acaso la virtud en esta vida, el conocimiento de ambos extremos?
La felicidad, ¿es ausencia de dolor?
Si lo que buscamos es ser felices, al parecer, debemos entender que aquella búsqueda, por interna que sea, debe ser compartida.
Pero pensándolo mejor, no debo eliminarlas. El balance es una mejor opción.
Si la felicidad se construye en la práctica del entendimiento, y el entendimiento viene del error, ¿que mejor opción?
El hombre es contraste y sin contraste nada existe en su medida.
Bienvenidas sombras.
Bienvenidas amigas..
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