mobile isologo
buscar...

eterno retorno del duelo

Aug 13, 2025

230
eterno retorno del duelo
Empieza a escribir gratis en quaderno

Quiero vivir entre la línea que forman el mar y el cielo, ser un concepto, que en invierno pueda convertirme en lluvia o en viento. Pienso mucho, todo el tiempo.  

Cuando voy caminando, vienen a visitarme golondrinas negras y retrato lo que más puedo en mi mente, a través de ellas. Hay siempre cosas que valen la pena escribir, quizá porque en algún momento temo perder la memoria y esto sea lo único tangible que tenga de mi juventud. No me siento vieja, aunque a veces sí: cuando veo estudiantes que usan mi uniforme, porque vivo cerca de la escuela que tuvo quizá mis mejores años de vida, me siento vieja. ¿Sabrán ellos que son como flores recién nacidas? ¿Sabrán que tienen el mundo en sus manos? ¿Alguien habrá pensado así de mí cuando me veía con el uniforme rojo y el cóndor cerca del corazón, a la izquierda de mi pecho? Ciertamente, jamás pensé en mi juventud cuando fui adolescente.  

En contraste, cada vez que camino para tomar el colectivo, hay un viejito sentado en el jardín viendo a toda la gente pasar. A veces quiero preguntarle su nombre, sentarme con él, aprender de él, saber a quién amó y cuánto amó. Quizá fue un maltratador, quizá es viudo y jamás pudo amar otra vez como amó a la persona con quien se casó o quizá jamás se casó, quizá piensa todavía en su amor de la adolescencia, si es que tuvo, y se arrepiente de no haberle besado lo suficiente.  

Sólo sabremos que algo no ha sido suficiente cuando la persona ya no está y uno se queda con todo el amor entre las manos, con los besos y abrazos no dados. 

El colectivo pasa siempre por la comuna en la que nací, en la calle perpendicular a la que tiene la casa esquina que tuvo tanta vida en sus años, la casa más linda del barrio. No era linda por su infrastructura, era linda por mi abuela, era linda por los cardenales que tenía y los árboles tan bien cuidados, era linda porque ella era de las que se sentaba a mirar a la gente pasar por las tardes de verano, era linda porque yo estaba con ella y jugábamos a las cartas, porque comíamos sandía con harina tostada, porque ella me cuidaba mientras yo jugaba en el pasaje y se reía junto a mí, era linda porque a veces, cuando ella me quería consentir en la hora de once, comíamos en el jardín esa paila gigante de huevos revueltos con tomate y cebolla y unas marraquetitas crujientes que íbamos a comprar una o dos horas antes a la panadería.  

La casa sigue linda porque en mi recuerdo la mantengo perpetua y colorida, aunque ya no lo sea. Y mi abuela sigue linda, porque en mí sigue viva. 

Pienso mucho en Santiago y en ella. El corazón me pide a gritos irme al sur y conocer la tierra donde nació, olvidarme de la ciudad y tener un terreno en el campo, dos caballos que se llamen Violeta y Nomeolvides, en honor a los caballos que tuvo mi abuela en su adolescencia. 

Pienso en que no quiero ser madre y en que eso conllevará a que nadie me piense de la forma en la que yo pienso en mi abuela, y quizá mi recuerdo sea algo que nadie perpetúe. Por eso escribo. Mis nietas serán mis golondrinas negras que guardarán entre sus alas todo el amor y la tristeza que viví. Pienso en la eternidad y en que el lenguaje es lo más tangible que tenemos. 

Conchetumare, que hace frío, susurro cuando ya es momento de bajarme del colectivo y caminar al metro, rumbo a la cafetería. Suena la Bip! y bajo hasta llegar al andén. Hoy, la línea uno va vacía, en contraste a mi mente. 

dama de otoño

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión