No hay aurora sin tu sombra en mis pestañas,
ni noche donde no ardas en mi piel.
Eres la fiebre que nunca descansa,
la herida dulce que no quiero perder...
Tu voz es un eco que nunca se apaga,
un rumor que me acecha al dormir.
Es un lazo invisible que ata mi alma,
un conjuro que grita: "ven a mí"...
Mi amor no es sereno, ni tibio, ni cuerdo,
es el fuego que nunca aprendí a apagar.
Es un grito callado, un deseo hambriento,
una sed que ni el tiempo podrá saciar...
Si un día la vida me arranca tu rastro,
que me borre también sin temor,
porque amarte es mi única patria,
mi condena, mi fe, mi dolor...
Así te amo, con ansia y con miedo,
como un loco que olvida quién es,
como un niño que corre tras un sueño,
como un ciego que solo te ve...
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