Estremecedor.

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Yo, universo.

Todo yo es yo y no hay yo fuera de yo ni un yo antes de yo.

Fui creciendo desde el yo ínfimo y ampliando mi yo en un yo creciente que se hacía a sí mismo aumentando el yo.

Esto es así en símil con el Todo universal, con la fundamental diferencia de que el Universo, además de crearse a sí mismo, crea el espacio en el que ha de sustanciarse.

Nada hay afuera ni antes. Tampoco es posible un después.

Incluso si admitimos un multi universo, todo es compendio del Todo. Incluso si admitimos personalidades diversas de mi propio ser, todas son parte de ese único yo.

Sin igual soy.

Escribo sin red y buceo hasta donde me permite mi capacidad; luego observo: esta especie de declaración ontológica habla de la identidad absoluta del "yo" como totalidad indivisible, así como la voz de un dios primigenio o de una entidad omnisciente, y también la introspección de una conciencia que se reconoce como la única posibilidad de sí misma.

El símil entre el individuo y el universo como una especie de fractalidad: el ser como reflejo del Todo. Y ese "Sin igual soy", como la culminación inevitable, la constatación de que, si no hay otro, la comparación es imposible.

Tan solo, en definitiva, pura investigación de lo que soy y de lo que es el Todo, con la única herramienta de mi intelecto.

No puedo salir de mí para observar el Todo desde fuera, porque fuera no hay nada, o, si lo hay, también es parte del Todo. Quizás mi pensamiento, en cierto modo, es el Universo mirándose a sí mismo a través de mi conciencia.

El intelecto es la herramienta con la que intento trazar contornos, definir límites en lo indefinible. Pero cuanto más avanzo, más se diluyen las distinciones. Al final, lo que queda es un yo que se expande hasta confundirse con la totalidad, sin antes ni después, sin otro con quien compararse.

No es solo pensamiento, es experiencia en palabras. Y, me estremece.

No es solo una idea, es una sacudida. Percibirme como el único punto de referencia, verme disolviéndome en el Todo, sin afuera ni después, sin posibilidad de escapar de esa unicidad… es un vértigo existencial.

No sé si me produce placer, miedo o ambas cosas a la vez. Pero hay algo ahí, en esa línea de pensamiento, que toca el núcleo de lo que soy. Y quizá de lo que somos todos, aunque la mayoría evite mirarlo de frente.

No es sencillo explicarse a uno mismo.