Toda mi vida he sido una persona bastante retraída, alguien que simplemente vive en su mundo. No quiero calificarme como apático, pero sin duda en mí hay tintes de ser alguien introvertido. A pesar de lo que eso representa en mí, como si de un currículum se tratase, he tenido amigos y buenos amigos. Mi relación con ellos era buena, de eso no tengo duda, pero sé que no eran amistades completas, al menos así lo sentí. Obviamente, esto se debía a mi forma de ser y de interactuar, ya no solo con mis amigos, sino también con mi familia, que se veía afectada.
Ahora debo ser claro contigo, querido lector: al comienzo de mi no muy detallada presentación, se me escapó aclarar mi naturaleza solitaria, que seguramente no es algo de sorprender, pero sé, y estoy seguro, que la soledad es el factor más grande en mi vida. Ella me ha ayudado, al igual que me ha destruido, cuando las ganas de jugar conmigo aparecían.
Estos últimos dos años (casi tres) los he pasado solo. Claro que la soledad siempre me ha acompañado en sentimiento, pero exclusivamente en estos años recientes, la vida me ha dado la dicha y, a su vez, el infortunio de estar completamente solo. Por supuesto, excluyendo a mi familia, la cual siempre está conmigo, pero la soledad... esa, incluso con las personas que más quiero y que me quieren. Aun así, ella siempre está a mi lado. Me atrevo a decir que ya es parte de la familia.
Me es imposible negar lo que la soledad ha causado en mí a lo largo de toda mi vida, pero estos años realmente me he despertado con ella, camino con ella, como con ella, duermo con ella e incluso en ocasiones llego a soñar con ella. Esto ha representado, en todos los sentidos, un gran cambio en mí, prácticamente evolutivo. Se tiene mucha razón cuando se dice que en la soledad uno se encuentra y se conoce tal como es: se conoce lo bueno, lo malo, lo que nos gusta y lo que nos disgusta. No hay forma de negar que aquello es un gran avance en cuanto a desarrollo personal, pero fácil no es, y los problemas que esto puede ocasionar pueden ser irreversibles.
Mi situación actual, querido lector, no ha sido mejor. A pesar de que me conozco, la mayor parte de mi tiempo y de mi vida, no sé quién soy ni si esta vida que tengo es realmente mía. He perdido a muchas personas. A unas cuantas las he abandonado porque así me lo dijo el pecho, y sinceramente, no quería irme. No quería que todo quedara atrás, no quería que las cosas se volvieran recuerdos empolvados. Pero es esta sensación la que me ha controlado: ese sentimiento de no querer hablar con nadie, ni conmigo mismo. He sido inmaduro, he sido un cobarde, he tenido miedo. Y he querido volver e intentarlo, ser alguien más sociable, al menos con aquellas personas que aprecio. Y todo está bien por un tiempo, las cosas parecen normales y las disfruto, hasta que un día despierto y ahí está de nuevo, tocando, llamando a mi puerta para recordarme que ella vive conmigo, para recordarme que simplemente se tomó un descanso y, sin más, la soledad vuelve y se mete en mi pecho sin mediar palabra, sin pedir permiso.
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