Julián no entiende indirectas. Tampoco directas. Julián entendió que ya no lo querías ver, pero igual fue.
Julián dice que no le molesta que lo dejes, que te desea lo mejor. Por eso te escribe todos los días para recordarte que estás destruyendo su vida.
Julián llora, pero también grita. Se victimiza, pero te culpa.
Julián entiende todo, pero no le entra en la cabeza que le digas “no”.
Julián tiene frases como:
“Te amé más que a nadie”,
“No vas a encontrar a alguien como yo”,
y su favorita: “Mirá lo que me hacés hacer”.
Julián no va a terapia.
Julián va a tus redes, a tus amigos, a tus lugares.
Porque si vos no querés hablarle, bueno… algo tenés que estar ocultando.
Julián te amó, te odió, te buscó, te amenazó, te culpó, te pidió perdón y te volvió a odiar. Todo en la misma semana. A veces en la misma tarde.
Julián no acepta el “no”.
No lo acepta en una charla, en una decisión, en una cama, o en una vida.
Y eso, aunque él diga que no, es una forma de violencia.
Andate a la mierda, Julián.
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