Estamos hablando de comida, verdad?
Sep 27, 2025

Dos de la tarde. Estoy horneando una pizza. Afuera paró de llover, hay una calma gris que contrasta con el verde de las hojas y las hebras de pasto revitalizadas por el maná líquido.
No tengo queso vegano así que improviso con lo que tengo: un poco de tofu, agua, sal del Himalaya,aceite y ajo en polvo. No soy un vegano de los que romantizan o marketinizan el veganismo, ni pretendo evangelizar a nadie. No está bueno ni es más saludable ni tampoco te hace automáticamente mejor persona.
Pero me fui por las ramas nuevamente. Volviendo al tema del queso casero, la mezcla no resulta satisfactoria en forma, textura ni sabor, pero comas lo que comas, el hambre es universal. Hoy no estoy de ánimo y necesito la mímica de una comida de confort. Investida de sentido, sirve igual como placebo.
Nunca se me dio bien seguir recetas. Lo que a los demás les funciona en cada ocasión, a mí rara vez me funca. ¿Realmente estoy hablando de comida?
Es fácil para quien siempre tiene éxito con las fórmulas y recetas estandarizadas buscar el error en la ejecución de las mismas. Y cuando fracasan no importa porque realmente no estaban jugándose nada porque apuntan a experiencias triviales, banales.
Pero a pesar de seguirlas al pie de la letra, mis esfuerzos rara vez son fructíferos. Sin embargo, hay una cosa que sí puedo afirmar sin lugar a dudas: mis intentos son torpes, pero sinceros. Quizás con impericia pero sin mentiras ni intenciones malignas o difusas.
Ahora sí no estoy hablando de comida. Estoy analizando cómo soy al vincularme y todos los pasos extra, adaptaciones y traducciones que debo hacer para terminar teniendo un resultado nulo o al menos inferior al de la media.
Mi pecado es uno de los más viejos de la humanidad. Quizá antiguamente era visto con ojos menos crueles y más benevolentes pero en la sociedad del rendimiento de hoy en día es una atrocidad casi merecedora de la pena capital: deseo amor, añoro ternura.
Anhelo las partes inocentes de una relación: el roce de la piel, la calidez de los dedos y manos entrelazadas como enredaderas, la fusión espiritual de los cuerpos en un abrazo que deviene en un mismo ser de sistema cardíaco binario, con latidos a doble tempo. El reflejo mutuo en las pupilas de ambos, el entendimiento profundo de dos miradas sin decir una palabra.
Mi pecado en la sociedad actual es triplemente herético.
- como hombre heterosexual: porque debería buscar solamente sexo, ver las relaciones en términos transaccionales y a las personas como objetos de consumo según el mandato.
- Como una discapacidad: porque en la sociedad ultraindividualista de hoy no hay lugar para quienes tenemos el discernimiento para admitir que necesitamos del otro.
- Como divergencia: porque ni bien comunico cómo me siento, se disparan los protocolos de homogenización social internalizada con el fin de invisibilizar a cualquier individuo que se salga de la norma.
El sexo casual sin amor no me es ajeno pero es para mí un acto mecánico, vacío. Una mímica de lo real. Una versión sin alma de la unión intensa que ocurre entre dos personas que se aman. El chamuyo y la charla banal es verborragia. El coqueteo es pantomima, parafernalia y displays que intentan emular la conexión significativa.
Nada se compara a la experiencia real. Una vez que hayas probado el vuelo, caminarás la tierra con la vista siempre en el cielo. Porque allí has estado y allí siempre anhelarás regresar.
Quizás no haya más lugar en este mundo para personas como yo que buscan algo más allá de ostentar a las personas como un objeto de consumo con fecha de vencimiento y que no buscan agregar masivamente nombres y experiencias insípidas a una lista a fin de presumirla.
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