Espero algún día nos podamos volver a ver

Ahora hay dos sillones y

uno de ellos queda vacío.

Su dueño no se encuentra en tierra viva,

mucho menos en la casa construida.

En un cielo tal vez,

si es que logro creer que quizás algún

día allí podríamos volver a vernos.

Tal vez en la pérdida que nos pesa.

Aquella que duele hasta dormir y

que cuando nos levantamos,

duele nuevamente.

Una tristeza que nos invade día y noche,

y que creemos que con recuerdos

se soluciona, pero solo duele más.

Porque ya no voy a poder llegar en las

tardes luego de salir con amigos y

correr a tu casa a tomar mates,

así como no vas a estar más sentada

en los asientos que ocupabas.

Ahora en la mesa se sirven más de

dos platos, pero falta el tuyo.

Intento aferrarme a todo lo que me diste,

temiendo perder lo que se sentía amarte.

Intento aferrarme a cada rincón por el

que pasaste, como si sirviera de

consuelo en estos momentos en los

que tu ausencia quema la herida.

Todos los días es intentar pelear con

aquella parte mía que se aferra a que

no te fuiste, a que seguís ahí afuera y

que algún día solo vas a tocar la puerta.

Porque no puedo soportar el pensamiento

de que no estás, de que las historias que

a veces me cansaba de oírlas tantas

veces, ahora las extraño con toda mi alma.

Intento acostumbrarme a los silencios que

se sienten ajenos, porque cuando vos

estabas la soledad no habitaba entre

las paredes.

Me acuesto en tu cama,

pensando en despertarme al sentir un

pinchazo y escucharte decirme otra vez

que estaba ocupando tu lugar,

aunque no fuera así.

Extraño todo y al mismo tiempo,

me gustaría apagar por un momento

mi mente porque el dolor pesa,

pesa tanto que a veces no sé

cómo mantenerme.

Y me gustaría poder mirarte a la cara

y decirte cuánto te amo,

pero que pueda encontrar una

respuesta tuya.

Porque me arrepiento de las miles

de veces que le temí a la palabra,

de la forma en la que ahora me arrepiento

de lo que no pude decir.