Si me regalas el tiempo o el clima
que no se inunden las goteras de tus ojos
con el silencio de la lluvia
ni el silbido austero del viento
que me obliga a buscar en las tardes
algún cómplice para zarpar.
Si también me regalas la noche
te deseo un santo
un murmullo tembloroso
que el haz de espinas clavadas largamente en el pecho
sean de terciopelo
cómo tus ojos.
Figura que encandila mares tumultuosos
la sonrisa de los tristes
la quietud fragmentaria
de aquellos que aguardan
lejos
sentados frente a la eternidad
de una fantástica correspondencia.
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