espacio.

en una casa pequeña, el espacio siempre se delimitará en el agobio del mañana.

no hay lugar para respirar, tampoco para huir. el dolor punzante existe y se vive con la herida en una convivencia donde no hay sitio para sobrevivir. todo parece de papel, los amaneceres fríos, las tardes mirando el sol en busca de una distracción y las pequeñas manos cenizas intentando ignorar el llamado del hambre. los ojos negros imaginaban si alguna vez cambiaría lo que venía siendo un ayer doliente y un mañana aún más vacío. veía al bebé llorar, a los adultos pasando las manos por su rostro ante la desesperación de no encontrar, no conseguir. las ventanas abiertas exponían que fuera de ahí había mucha vida y que dentro, bajo sus pies, no existía una respuesta para las plegarías.

con las manos abiertas, la sonrisa sin dientes mostraba que los deseos se cumplían con un par de monedas.

¿podría comprar con ello la felicidad? ¿la paz de su padre? ¿el enojo de su madre?
tal vez se acabaría la infinita necesidad de encontrar un sitio donde el abrigo fuera cálido y los sueños pudieran caber lo suficiente para saber que su presencia ahí tenía una razón. que la vida que se mostraba en el televisor era alcanzable para todos en ese inmenso mundo exterior.

dibujaba con la mirada en el cielo, ese que era azul y que no cambiaba por más que las temporadas avanzarán.

en un hogar pequeño siempre faltaba algo. siempre se quería algo.

algo que nunca descubrió que fue.