Ese algo que no supe nombrar

Durante mucho tiempo, todo fueron intentos.

Miradas que no sabían quedarse, palabras bonitas sin raíz, presencias que solo llenaban el espacio, no el alma.

Había algo en mí que no encontraba su lugar, como si estuviera esperando algo que aún no tenía forma.

Me volví experta en imaginar, en construir con migajas la idea de algo más grande.

Y sin embargo, cada historia se deshacía entre los dedos, como arena que promete solidez y solo ofrece paso.

Entonces llegaste tú.

No con promesas, ni con gestos grandiosos, sino con esa calma que solo tiene lo que es real.

No fue necesario entenderlo todo de inmediato; bastó con sentir que esta vez, nada faltaba.

No eras una distracción del vacío, ni un intento más por no estar sola.

Eras ese algo que no supe nombrar pero que mi alma reconoció sin dudar.

No perfecto, no idealizado, sino humano, presente, sincero.

Y en tu forma de estar, descubrí que lo que siempre esperé no era un sueño, sino la posibilidad de que alguien fuera verdad.