Hay cosas que no se dicen.
No porque no se quieran,
sino porque el cuerpo no alcanza,
porque el alma no tiene idioma
para tanto.
-
Entonces escribo.
para no desaparecer,
para recordar que existo
aunque nadie lo note,
para nombrar lo innombrable
con la voz temblorosa
de quien se reconstruye en secreto.
-
Porque hubo días
en que el mundo pesaba demasiado
y mi voz era apenas un hilo roto,
una grieta más en la tormenta.
Y aún así, escribí.
-
No por belleza,
ni por gloria,
ni por arte.
Escribí porque me dolía.
Porque si no lo hacía,
me hundía.
-
Cada palabra fue un refugio,
una forma de volver a mí
cuando no sabía dónde estaba.
-
Y aprendí que escribir
es hablarle a lo invisible,
es curarse sin testigos,
es sembrar en la oscuridad
esperando que algo florezca.
-
Hoy celebro la poesía
porque ella me escuchó
cuando yo no podía.
Porque escribir no fue un acto de arte:
fue un acto de fe.
Y de vida.
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