¿Cómo puedo cuidarte de lo inevitablemente cruel de la vida?
Que no rasgue tu alma como lo ha hecho con la mía.
Y que tu inocencia siga pura, porque yo así lo deseo.
¿Cómo te protejo de la frivolidad del destino?
Y que este no te arrebate de mis manos, ya cansadas de tanto aferro.
Cómo, dime.
Si es acaso posible,
o deba guardarte en mi pecho,
tan hondo y tan profundo,
donde ya nadie pueda siquiera rozarte.
Donde los males ya no te alcancen,
y el sufrimiento no sea más que una historia de miedo inexistente.
Cómo, dime.
Por favor,
sin romper mi ilusión
de que quizás mis posibilidades son más las deseadas que las reales.
Cómo, dime.
Y vuélvete secreto para así, sellados mis labios, ocultarte de los oídos de quien quiere arrebatarte.
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