Escombros.

En este cuerpo recae un alma devastada y cansada de la existencia propia, misma que le permite apreciar la existencia ajena. No es preciso ponerme en el rol de filósofa, por favor no, esta noche quiero volver a mi sitio de desconsuelo y sufrir. Porque amo sufrir.

Olvidé el objeto de mi sentir, sin embargo, la angustia sigue firme, latente en mi pecho. Y yo sé que me quedé a medias otra vez, entonces me permito llorar para olvidar también los sentimientos o hasta recordar y seguir llorando, pero a razón.

Todo a raíz de un pensamiento abismal: nunca seré todo lo que quiero.

Pensé en una memoria de la infancia y me sentí tan extraña. Me cuestione lo relativo del tiempo. ¿Cómo algo sucedió hace más de una década? ¿Cómo el correr de los años puede barrer las sensaciones de lo vivido?

Peor aún, el olvido.

No podemos vivir del pasado, dicen. Pero de él aprendemos y crecemos. ¿Cómo seré la persona que anhelo ser si no puedo recordar lo que fui?

Estoy cautiva en mis escombros, incapaz de reconstruirme. Condenada a esta insuficiencia que se burla de mi, que se regocija en el vacío eterno de mi vida.