Escombros.

Uno a veces no sabe si es distopía o utopía.

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Cuarto y mitad de Apocalipsis.

Había sido todo tan rápido, tan extraño, tan sorprendente, tan doloroso, que la reacción casi llegó demasiado tarde. Al fin, conscientes de lo que sucedía, de lo que aquello significaba, se habilitaron millones de centros para la recogida.

Quizás la humanidad podía salvarse.

Aquella epidemia no tenía cura. Todo hombre estaba condenado. Incluso los más jóvenes, al poco tiempo de alcanzar la pubertad, morían. Pronto dejó de haber humanos adultos machos.

Las mujeres, al fin, se hicieron cargo de todo.

Organizaron el ordeño para que siguiera la procreación.

Organizaron el mundo.

Nacían pocos niños varones con vida, esa era otra consecuencia de aquel mal, de aquel bien. Tan solo uno de cada cien, y no vivían más allá de los quince años. Se les cuidaba, claro está, con todo el mimo del mundo.

La masturbación (también la femenina) fue considerada sagrada.

¿Fue mejor el mundo a partir de aquello?

Desde mi tumba sonrío.

Fue diferente.

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Texto encontrado entre las ruinas de un grupo de wasap.