Llovía a cántaros. Las gotas de lluvia chocando en el techo de madera inundaba la sala de estar de la casa de los Miller. El ambiente estaba iluminado por la tenue y cálida luz de las velas, que hacía al lugar acogedor aquella noche de otoño, a pesar de que una ligera brisa entraba por algunos pequeños huecos entre las maderas que bloqueaban los vidrios de las ventanas. Aquel frescor del aire se podía percibir.
-No please, daddy –Natisha decía, llorisqueando, recostada en el sillón, con su mirada fija en el techo mientras su padre se le encimaba, y su mano derecha se metía por debajo de su remera, comenzando a manosearle las mamas. Ella no ponía resistencia porque sabía que, por más que lo hiciera, sería en vano. La joven sentía sus ásperas manos sobre la piel, y esto le provocaba un escalofrío que recorría todo su cuerpo.
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