Y amanecí, relajada, sin sueño y felíz, pero, en el fondo, sin ese peso que quería sentir. Verte levantar es como un soplo frío que eriza las puntas, y más aún cuando Berlín no nos permite respirar sin lluvia. Miras distinto, como cuando el amor se escapa por los poros y puedes sentirlo, y me recuerdas a tantas canciones que te escucho a diario, aunque realmemte nunca estes aquí.
Así que nuestro último abrazo sabrá a poco, porque el destino nos impide que sea dulce, y querré empalagarme del olor que desprendes para que volverte a ver no dure.
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