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escalofríos de Albornoz 6

Mateo

Jun 29, 2025

70
escalofríos de Albornoz 6
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EL ACOSADOR NOCTURNO

La historia comienza con Nahuel y Silvio, dos amigos y compañeros de habitación que vivían en una casa cerca del bosque. Su sueño era abrir un canal de YouTube, y para comenzar, decidieron grabar un cortometraje. Después de debatir ideas, Nahuel propuso hacer uno de terror, inspirado en un caso real: Richard Ramírez, el llamado “Acosador Nocturno”. Silvio aceptó entusiasmado.

Nahuel comenzó a trabajar en el set de grabación mientras Silvio fue a comprar maquillaje para el antagonista. Nahuel también diseñó el aspecto del personaje principal: un hombre encapuchado, de cabello lacio y con profundas ojeras, alto y de figura intimidante. Vestía una campera gris, jeans azules y zapatillas negras. Armó el disfraz en un maniquí.

Mientras tanto, su vecina Alexa, una chica extrovertida y curiosa, se acercó a ver qué hacía Nahuel. Al enterarse de que grababan un corto de terror, se ofreció a participar. Nahuel aceptó, pero solo le asignó un papel secundario: aparecería en un cartel de “persona desaparecida”. Aunque decepcionada, Alexa aceptó cuando le prometieron incluirla en los créditos.

Esa noche, Silvio llamó a Nahuel para invitarlo al bar. Bebieron unas cervezas y bromearon sobre el guion. La historia trataría de un joven acosado por una figura encapuchada como castigo por un “acto malvado” cometido en el pasado. Entre risas, Nahuel confesó que en sexto grado le había robado un anillo a una compañera llamada Celeste.

La confesión no le cayó bien a Silvio. Le molestó, ya que él mismo había perdido muchas cosas en la primaria. Visiblemente molesto, se fue a su casa a buscar el maquillaje, mientras Nahuel quedó esperando en el set.

Pasaron más de treinta minutos. Silvio no volvía, pero sí apareció Alexa, pálida y asustada. Le contó a Nahuel que Silvio había sido secuestrado. Alarmado, Nahuel fue con ella al lugar del hecho. Una patrulla policial inspeccionaba el área. Los padres de Silvio lloraban desconsolados. Según la policía, Silvio había entrado voluntariamente en una furgoneta blanca sin matrícula.

Obligado a regresar a casa, Nahuel caminaba desconcertado. A unos metros de su casa, sintió que lo seguían. Al voltear, vio a una figura encapuchada… idéntica al personaje que él mismo había creado. Supuso que era una coincidencia y continuó su camino. Al llegar, se encontró con Alexa, quien intentó tranquilizarlo: “Los policías lo encontrarán.”

Esa noche, Nahuel intentó dormir, pero lo despertó un golpe fuerte en la ventana. Al mirar, el mismo encapuchado lo observaba. Asustado, corrió a buscar un bate de béisbol. Salió, pero no encontró a nadie. Volvió a su cuarto y, abrazado al bate, se quedó dormido.

Horas más tarde, despertó sobresaltado al ver pasar al encapuchado dentro de su habitación. Salió corriendo tras él… pero no había nadie. La paranoia lo consumía. ¿Y si el acosador no era parte del corto? ¿Y si había sido creado por su propia culpa?

Entonces comprendió: en su historia, el Acosador Nocturno perseguía a quien había cometido un acto malvado… como él mismo lo había hecho con Celeste. Buscó el anillo robado y lo encontró. Quiso pedirle perdón. Investigó su nombre en redes sociales, pero Celeste parecía haber desaparecido del mapa.

Agotado, se durmió frente a la computadora. Soñó que era perseguido por el encapuchado y que no podía gritar. Despertó gracias a su vecino, que había escuchado sus gritos y rompió la puerta para ayudarlo. Agradecido, Nahuel le preguntó cómo podía encontrar a una antigua compañera de primaria. El vecino le sugirió buscar a sus padres.

Nahuel recordó que el padre de Celeste tenía una tienda de antigüedades. Corrió hacia allí, con el anillo en el bolsillo. Pero en el camino, el Acosador Nocturno apareció de nuevo. Corrió por su vida y, por suerte, logró refugiarse en la tienda.

Allí, el padre de Celeste lo recibió. Nahuel le explicó lo sucedido, le mostró el anillo y le pidió perdón por lo que había hecho años atrás. El hombre, conmovido, le dijo que su hija estudiaba en la Universidad del Salvador.

Nahuel tomó un taxi y fue directo a la universidad. Buscó la habitación de Celeste. Cuando ella abrió, no lo reconoció al principio. Él se presentó, confesó su error y le devolvió el anillo. Celeste, algo sorprendida, lo perdonó con una sonrisa. “Fue hace años... ya no importa,” dijo mientras aceptaba el anillo con ternura. Hoy, era animadora y su vida había cambiado para mejor.

Cuando Nahuel salió de la universidad, notó algo: el acosador ya no estaba. Sentía que finalmente lo había liberado.

Al regresar a casa, encontró a Silvio, sano y salvo. Lo abrazó aliviado. Silvio explicó que la furgoneta pertenecía a un amigo, y que simplemente se había ido sin avisar. Nahuel, confundido, le pidió perdón por todo, incluso por el robo a Celeste.

Silvio aceptó la disculpa, sonriendo.

— ¿Y qué hiciste todo este tiempo? —preguntó.

—Tuve que arreglar algunas cosas —respondió Nahuel, pensativo—. Pero esa... es otra historia.

Silvio soltó una carcajada.

—Entonces ya tenés guion para nuestro próximo corto.

EL ORIGEN DE JOEY

La historia comienza en el año 2004, con nuestro protagonista, Mason, un niño de 9 años que se había mudado con su familia a Buenos Aires. Al principio, le costó adaptarse a su nueva vida, pero con el paso de los meses se fue acostumbrando. Incluso hizo un nuevo amigo: Joey, un chico de su misma edad, el único varón entre dos hermanas y criado por su madre y su abuela. Aunque la familia de Joey era de clase baja y la de Mason de clase media, eso no impedía que fueran inseparables.

El 31 de octubre, los padres de Joey organizaron una fiesta de Halloween. Invitaron a ocho amigos, incluido Mason. Todo parecía ir perfecto, hasta que apareció una mujer disfrazada con una botarga de un personaje de Gustavo’s Dinner. Decía llamarse Viviana. Todos pensaron que era parte de la sorpresa de la fiesta, una animadora contratada. Mason, distraído comiendo sándwiches de miga, notó minutos después que Joey había desaparecido… y también Viviana.

Preocupado, fue a buscar a sus padres, quienes le aseguraron que nunca habían contratado a ninguna animadora. El ambiente cambió de inmediato. Buscaron a Joey por todos lados, pero no encontraron rastro. Los padres empezaron a llamar a los de los demás chicos para que vinieran a recogerlos. Más tarde, también se contactaron con los padres de Mason. La fiesta terminó en caos.

Al día siguiente, Mason estaba esperando en la escuela cuando vio a Joey en el patio, de pie, mirándolo. Corrió a saludarlo, pero Joey desapareció tras un árbol. Cuando Mason se lo contó a sus padres, ellos se alarmaron e incluso regresaron a la escuela para verificar. Mason no entendía por qué estaban tan molestos. Ese mismo día, comenzó a ver a Joey en distintos lugares: en su armario, asomado desde la puerta, o espiando por la ventana.

Su madre, preocupada por el comportamiento de su hijo y pensando que se sentía solo, decidió hacerle un muñeco animatrónico con ayuda del padre de Mason, que era ingeniero. Se lo regaló envuelto, y Mason se encariñó con él enseguida. Jugaba con el muñeco todos los días, como si fuera su nuevo mejor amigo.

Tiempo después, la madre de Mason invitó a la familia de Joey a su casa. Mientras las hermanas y la madre de Joey conversaban en el living, Mason veía a Joey aparecer y desaparecer detrás del sofá, sacándole la lengua. Cuando fue a buscarlo, había desaparecido otra vez. Mason preguntó si alguien más lo había visto, pero cuando mencionó su nombre, la madre de Joey rompió en llanto. Sus hermanas lo insultaron, y su madre lo mandó a su habitación.

Veinticinco días después, Mason acompañó a su madre a una farmacia. Mientras ella entraba, Mason vio a Joey en la vereda, haciéndole señas para que lo siguiera. Lo persiguió hasta un callejón sin salida, donde vio entre la basura un brazo humano. Mason se quedó paralizado hasta que su madre lo encontró, furiosa. Él le contó lo que había visto. Revisaron juntos y encontraron el cuerpo de Joey: malherido, con moretones y rasguños. La policía lo llevó al hospital, pero unos días después se confirmó su fallecimiento.

En la escuela organizaron un acto en memoria de Joey. Como tributo, los maestros plantaron una palmera de frutos rojos, sus frutas favoritas. Al volver a casa, Mason buscó su muñeco animatrónico, pero había desaparecido.

25 años después — Año 2029

Mason, ya adulto, se había mudado lejos y había terminado la universidad. Durante una visita a su antiguo pueblo, llevó a su sobrino a su vieja escuela. En el patio vio la palmera de frutos rojos, ahora gigantesca, alcanzando el techo. Mason apenas la recordaba, pero su sobrino sí: le contó que la habían plantado en honor a un niño llamado Lucio Álvarez. Mason quedó confundido. Ese no era el nombre de Joey…

— ¿Lucio? —Repitió Mason— ¿Estás seguro?

—Sí —dijo su sobrino—. Dicen que murió en Halloween, y que a veces se lo ve rondando el parque.

Más tarde, en la casa del hermano de Mason, su sobrino le mostró un muñeco animatrónico que tenía guardado. Mason se quedó sin aliento. Era su muñeco. Aquel que había tenido de niño. El que había desaparecido el día que Joey murió.

¿Fue Joey quien volvió… o algo más oscuro sigue atado a ese muñeco?

ENCUENTRAME

La historia comienza con Teobaldo, un joven estudiante que trabaja en Mateo’s Albornoz Pizzas y Juegos, un restaurante lleno de videojuegos interactivos y máquinas árcade. Teobaldo tiene un hermano mayor llamado Celso, un gamer talentoso que antes trabajaba en el mismo lugar. En su tiempo libre, Celso solía jugar en las máquinas y había logrado la máxima puntuación en uno de los juegos más difíciles. Esto enfurecía a Teobaldo, que no lograba superarlo por más que lo intentara. Siempre quedaba último en el marcador.

Un día, llegó un nuevo juego al restaurante. Se llamaba Encuentra a Shadow Dante. Consistía en entrar a una cabina donde las luces se apagaban y luego eran reemplazadas por luces estroboscópicas y coloridas. En las paredes aparecían figuras animadas: uno era el verdadero Shadow Dante, los demás eran Shadow Santinos, diseñados para confundir a los jugadores. Teobaldo pensó que por ser nuevo, Celso aún no tendría récord en él. Era su oportunidad.

Entró a la cabina, pero el juego lo confundió por completo. Las luces lo desorientaron y terminó el tiempo sin encontrar al verdadero Dante. Frustrado, se fue a casa. Celso, como siempre, lo esperaba con una sonrisa burlona.

— ¿Cómo te fue, campeón? ¿Por fin me superaste? —le dijo riéndose.

Furioso, Teobaldo lo golpeó en el estómago. Celso lo tiró al piso y le gritó que nunca podría ganarle. Teobaldo, frustrado, se encerró en su cuarto. Mientras veía videos en su celular, encontró uno sobre un ritual japonés llamado Hitori Kakurenbo, o El escondite en solitario. Era un juego paranormal para invocar espíritus a través de un muñeco.

Anotó los materiales y pasos del ritual:

  • Un muñeco con extremidades

  • Arroz

  • Aguja e hilo rojo

  • Un objeto filoso

  • Una taza con sal

  • Un lugar donde esconderse

  • Una bañera con agua

La idea era rellenar el muñeco con arroz y uñas, envolverlo en hilo rojo, dejarlo en una bañera con sal a las 3 AM y comenzar el juego. Si el muñeco encontraba al jugador, lo mataría. Solo se podía ganar si se mantenía agua con sal en la boca, se encontraba al muñeco y se le escupía el agua diciendo tres veces: "Yo gano".

Al día siguiente, Teobaldo decidió crear su propio Shadow Dante. Le pidió a su amigo Roger, que era juguetero, que le hiciera un muñeco de tamaño real basado en una foto del personaje. Mintió, diciendo que era para un premio del restaurante. Roger aceptó y le prometió tenerlo listo en 40 horas.

Mientras tanto, Teobaldo compró todo lo necesario: arroz, sal, hilo rojo. Cuando Roger le entregó el muñeco, Teobaldo lo escondió en su casa sin que nadie lo notara. A las 3 de la madrugada, inició el ritual. Rellenó el muñeco con arroz y sus uñas, lo cosió y lo dejó en la bañera con sal. Apagó todas las luces y encendió una vela.

Shadow Dante... Shadow Dante... Shadow Dante... Es mi turno —susurró.

Se escondió en su ropero y esperó. Contó hasta diez y fue a buscar al muñeco. Estaba exactamente donde lo había dejado. Lo agarró y le dijo:

Te encontré, Shadow Dante.

Luego lo apuñaló con un cuchillo y corrió a esconderse en el baúl de su habitación. De pronto, escuchó pasos suaves en el pasillo. Eran reales. El ritual había funcionado. Pero entonces, la puerta de entrada se abrió: Celso había vuelto del trabajo. Teobaldo solo pudo escuchar un grito desgarrador desde el pasillo. El miedo lo paralizó.

Desesperado, recordó que debía terminar el juego. Corrió a la cocina, preparó un vaso de agua con sal y lo mantuvo en la boca. Cuando Shadow Dante lo encontró, Teobaldo escupió el agua sobre el muñeco y gritó:

¡Yo gano! ¡Yo gano! ¡Yo gano!

El muñeco cayó al suelo, inerte.

Una linterna lo encandiló. Un policía había ingresado a su casa alertado por los gritos. Le informó que habían encontrado un cuerpo. Cuando Teobaldo se acercó, quedó paralizado: el cadáver de Celso yacía en el suelo con cinco puñaladas en el pecho.

¡EL MERODEADOR! (EPILOGO)

Mientras Leonard investigaba sobre “El Merodeador”, recibió una llamada de un número desconocido. Al contestar, escuchó la voz de Germán, quien le avisó que había visto de nuevo al “Merodeador” y, esta vez, sabía exactamente dónde estaba. Germán le contó todo lo que sabía. Sin perder tiempo, Leonard tomó su auto y se dirigió hacia la fábrica indicada.

Pasaron horas hasta que finalmente encontró el lugar. Armado con una pistola, Leonard entró al almacén decidido a detener al “Merodeador”.

Dentro, Joey estaba metiendo en su bolsa varios objetos: partes robóticas, peluches y muñecos de madera. En ese momento, “El Merodeador” tiraba algunos materiales al suelo.

De repente, Leonard apareció y apuntó con su arma al “Merodeador”. Los gemelos, Alan y Abigail, propusieron matar a Leonard para evitar ser detenidos, pero Joey no lo permitiría.

Para proteger a Leonard, Joey actuó rápido: tomó el control de “El Merodeador”. Entonces, la figura empezó a quitarse su atuendo, revelando un endoesqueleto mecánico.

Leonard quedó atónito al descubrir la identidad real del “Merodeador”.

Acto seguido, Joey activó el compactador de basura y, sin dudar, se lanzó dentro.

En la mente de Joey, regresaron recuerdos de un partido de fútbol y sintió que su esencia se elevaba, dejando atrás el cuerpo robótico. Sin embargo, no estaba dispuesto a abandonar a Alan y Abigail. Les extendió la mano; Alan se sujetó de ella y Abigail se aferró a la pierna de Alan. Juntos comenzaron a elevarse hacia una luz brillante.

Pero, de repente, dentro de los escombros del “Merodeador” apareció una presencia oscura e indistinguible: una tercera entidad habitaba secretamente ese cuerpo. Era una mujer vestida de azul, con huesos y órganos destrozados y ojos completamente negros. Aquella mujer azul era el alma de quien alguna vez fuera la creadora de Albornoz Entertainment.

Ella agarró a Abigail y comenzó a arrastrarla de vuelta al traje mecánico.

Joey no estaba dispuesto a perder a sus compañeros frente a aquel monstruo.

Con un gran esfuerzo lograron liberarse de la mujer azul.

Leonard, atónito, observó cómo de la compactadora emergían tres orbes brillantes que irradiaban una aura positiva. Se preguntó si serían fantasmas, pues lo que veía con sus propios ojos era indescriptible.

Los orbes se elevaron y salieron por una ventana del almacén.

Entonces, un bulto formado por chatarra salió también de la compactadora. Las piezas se movían y poco a poco comenzaban a unirse, formando una criatura humanoide. Pero las extremidades no estaban en su lugar correcto: las piernas eran manos, las cabezas eran pies, y las otras partes se mezclaban entre torso y rostro.

Esta nueva abominación estaba formada por antiguos animatrónicos, pero había un detalle particular que la caracterizaba: vestía un overol azul, tenía el pelo largo de mujer y sus ojos eran negros y profundos, como pozos sin fondo.

Mateo

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