Ya hace unos cuantos días que te abrí las puertas de mi casa. No te pude ver la cara porque cuando entraste te abrazaban las sombras, había oscuridades amazacotadas en tu rostro, pero escuché tu voz y te deje pasar. Me hablabas en poemas y canciones y fuiste tan dulce. Es que fuiste tan dulce.
Te preparé la cama en una habitación lejos de la mía, te dejaste caer y no esperaste nada para invitarme, haciéndome un lugar. Y yo que tantas veces siento que necesito un 'donde' para abandonar el cuerpo me acosté con vos. Es que me hiciste un lugar. Me dormí pero escuché toda la noche tu idioma, aprovechaste para usar las manos y los dientes sobre mi, y soñé que me hacías feliz.
Hoy están muy lejos los poemas y las canciones. No duermo hace días, porque una noche tus manos y tus dientes me quisieron marcar, quisieron adueñarse de mi carne y arrancarme un trozo de piel para comerla. Cuando sentí el tirón agudo y violento me desperté y te vi con la boca roja completamente extasiada. Corrí a mi cuarto y me encerré. Solo salí cuando escuché tu voz detrás de la puerta, en susurro y despacio me convencías de que la maldición de la oscuridad no te poseía todo el tiempo. Solo cuando ilumina la luna, dijiste, y se asomaron tus colmillos de un blanco puro e inmaculado que brillaban y parpadeaban entre las sombras de tu cara, tan hipnotizante que no me pude contener las ganas de tocarlos con la yema de los dedos. La punta filosa hizo que una minúscula y fina gota de mi propia sangre escapara de mi. Me asusté. No volví a dormir por las noches porque sentía tu presencia en la negrura de mi habitación. Ya no abandonaba mi cuerpo en tu cama y sin embargo te sentías con el derecho de visitarme, abrir lentamente la puerta y mirarme... Yo lo sé, no lo estoy imaginando. Me mirabas sin ojos y planeabas como te ibas a llenar la panza conmigo; ahora conozco tu idioma y entiendo tus susurros. Hablan de tu necesidad de sangre y tu dieta carnívora. Me consumía la sensación certera e indudable de que me ibas a matar pero no saber cuando, ni como. Sabía que tenía que echarte, sabía que para protegerme tenía que ganar, mas siento ya que mi casa, nuestra casa, no será la misma sin vos. Me acostumbre tanto al miedo que ahora me aterroriza no sentirlo. No sé matarte.
Pero es tan peligroso dormir con un cuchillo debajo de la almohada. Yo solo soy humana y pronto sucumbiré al sueño. Lo puedo sentir, puedo sentir como mis párpados se rinden ante el cansancio. Y en ese momento saldrás de las sombras y un haz de luz de luna te iluminará el rostro suavemente. Serás hermoso y me matarás, comerás de mis entrañas. Habré muerto por amor.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión