¿Es justo que todos los jubilados cobren desde una sola caja, sin importar si aportaron o no? ✍️ @Jofa2010
Aug 11, 2025

En Argentina conviven millones de personas que trabajaron y aportaron durante 30 o 40 años con otras que ingresaron al sistema sin haber hecho aportes o pagando moratorias mínimas. Todos cobran del mismo lugar: una única caja, la ANSES. Como consecuencia, los haberes jubilatorios son bajos, el sistema está tensionado y quienes cumplieron con todas las reglas sienten que su esfuerzo no vale la pena.
Para entender bien el problema hay que mirar la relación entre trabajadores activos que aportan y jubilados que cobran. Hoy en Argentina hay aproximadamente 1,4 aportantes por cada jubilado o beneficiario del sistema previsional. Esto significa que por cada persona que cobra una jubilación, hay poco más de un trabajador formal que aporta para sostener ese pago.
Históricamente, para que un sistema previsional de reparto sea sustentable, se necesita una relación mucho más alta: al menos 3 trabajadores activos por cada jubilado. Esa relación garantizaba que los aportes fueran suficientes para pagar jubilaciones dignas sin depender de impuestos extras. Pero hoy, por múltiples razones como el aumento de la informalidad laboral, el envejecimiento poblacional y la inclusión vía moratorias, esa relación se rompió y quedó muy lejos del equilibrio necesario.
El sistema debe sostener no solo jubilaciones de quienes aportaron durante décadas, sino también pensiones asistenciales y jubilaciones por moratoria. Todo esto sale de la misma caja, la ANSES, lo que genera un desbalance y limita el poder adquisitivo de las jubilaciones.
Una alternativa razonable y mucho más justa sería separar los regímenes: una cosa es la jubilación contributiva, y otra muy distinta la pensión asistencial.
¿Cómo funcionaría?
Caja Contributiva: exclusiva para quienes cumplieron los 30 años de aportes. Se financiaría con aportes del trabajador y contribuciones patronales. Jubilaciones proporcionales al esfuerzo y al historial laboral.
Caja Asistencial: para quienes ingresaron por moratorias o pensiones sin aportes. Esta caja no se financiaría con los aportes de los trabajadores formales, sino con impuestos generales, como los que se aplican al combustible, al consumo, a la renta financiera o a los bienes de lujo.
Esto no implica dividir a los jubilados en “clases”. Implica reconocer trayectorias distintas. No es lo mismo una persona que aportó 35 años, que otra que nunca lo hizo. Ambas pueden recibir un ingreso en la vejez, pero no pueden hacerlo desde el mismo esquema ni con la misma lógica.
¿Y qué efecto tendría esto en el trabajo informal?
Uno de los beneficios más claros de separar las cajas sería que se recupera el incentivo para la formalidad laboral. Hoy, si la jubilación es casi igual para quien aportó durante años y para quien no aportó o hizo moratoria, muchos no ven ventaja en trabajar formalmente.
Pero si queda claro que para tener una jubilación digna es necesario aportar durante la vida laboral, y que quien no aportó recibirá un beneficio asistencial, menor y financiado con impuestos, entonces el sistema manda un mensaje fuerte: vale la pena estar registrado y aportar.
Esto podría ayudar a reducir la informalidad, ya que trabajadores y empleadores tendrán un motivo concreto para buscar la formalización. Además, al separar las fuentes de financiamiento, se alivia la carga que hoy pesa exclusivamente sobre quienes aportan, mejorando la sustentabilidad y la confianza en el sistema.
¿Es algo que ya se aplica en otros países?
Sí. Varios países ordenaron sus sistemas de esta forma:
Uruguay distingue entre el régimen contributivo (BPS y AFAP) y una pensión no contributiva que se paga con impuestos.
Chile tiene las AFP (capitalización individual) y la Pensión Garantizada Universal, que es asistencial.
Canadá separa el Canada Pension Plan (por aportes) y el Old Age Security, que es universal y se financia con impuestos.
España tiene pensiones contributivas y no contributivas, que se pagan con fondos distintos.
Australia no tiene un sistema de reparto: los trabajadores ahorran, pero también existe una pensión básica financiada por el Estado.
En todos estos casos, el esfuerzo laboral se premia y la ayuda social se garantiza, pero sin mezclar las cuentas.
¿Qué ganamos con este cambio?
Transparencia: cada peso va donde corresponde.
Justicia contributiva: quien aportó más, cobra más.
Sostenibilidad: se alivia la presión sobre el sistema previsional.
Incentivo a la formalidad: vuelve a tener sentido aportar.
Separar las cajas no es castigar a nadie. Es ordenar, reconocer diferencias reales y dar sostenibilidad al sistema. Porque si todo se paga desde el mismo lugar, y se cobra casi lo mismo, entonces ¿para qué aportar?
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