Es de noche y te hablo como si estuvieras.
Cinco.
Cinco encuentros para darte un beso.
Las luces horribles
que golpeaban las ventanas por el viento
eran como las pulgas del gato que nunca tuvimos:
necesitaba deshacerme de ellas
y vos me mirabas con ese gesto
digno de una apretada contra el vanitory,
y yo no entendía por qué no comprendías
algo tan básico.
¿Si no podías entenderme eso,
cómo ibas a entender mi amor?
Escribo como si tuviera un espejo al fondo de la piel de vidrio.
Cuatro.
Cuatro veces me pediste perdón antes de irte.
La primera fue por la hora
decidiste irte a las tres de la mañana
del primer lunes del año;
la segunda fue cuando abriste el cajón
y te llevaste el mantel de mi abuela
"perdón, tu vieja me lo regaló a mí";
la tercera y la cuarta salieron juntas
"perdón; posta, perdón"
Lo más seguro es el adiós.
Tres.
Tres pañuelos escondidos.
Y yo sabía muy bien
que con tus pañuelos conquistabas
"es de caballero convidarlo"
¿nadie te enseñó que no se convida
el amor que no se tiene?
Me diluyo. Paleta de acuarelas vencidas.
Dos.
Dos besos de despedida
porque sos cruel pero justo, dijiste.
Sólo de vos habla la noche. Sólo de vos hablo a la noche.
Una.
Una sola vez me sentí amado;
aún no te conocía.
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