No eran mentiras, no eran
falacias del placer.
Era ella, otra vez.
Sin mediar ni dos palabras,
sin dudar,
Ese sutil susurro聽
fue suficiente indicio,
Como una suave certeza; quiz谩s la brisa.
Supe, al saberla apasionada,
como aquella canci贸n
que se cruza aleatoriamente,
Retornando del olvido,
Resonando
precisa de emociones,
justo en el instante que anhelas o铆rla.
Aunque no la sepas, ni la
recuerdes, admiras su melod铆a
como quien conoce
un porvenir
Pr贸spero y benevolente.
Mientras te das cuenta
que has pertenecido
a ella; a ella, has pertenecido siempre.
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