los ecos que dan las palabras
condensan un orden
de cifras, enigmas y laberintos
por donde ningún hombre huyó con luces.
solo el silencio recobra en su abrazo
la habitación de misterio
que roen los mares con auroras
y perlas disfrazadas entre papeles y cuero:
el libro.
solo Alejandría disputó en matemáticas
la suma tal de estos cantos
rompiendo el camino de los hilos creadores
sin abasto y sin fin;
y correrán detrás del poema
entre pies griegos que tras el túnel
solo descubren el infinito.
los físicos y la metafísica
logran unirse como Babilonia en la lotería de Pascal
a las oraciones del lánguido mundo,
Ernesto Sabato
no leyó esta postrimeria,
donde el ser es lo que lega
—al asombro de un discípulo—
entre poetas y tumbas.
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