Hay algo que se tuvo que ir con vos,
y sin embargo quedó conmigo,
tu Otredad;
dejaste tu olor en cada palabra
y tus ojos en cada verdor.
Una jura se va rota al unísono
con todas las voces con las que te nombré,
las nubes contumaces
buscarán el descanso entre mis sábanas
para esparcir justicia
por sobre esta cama vacua
y el humo de tu retirada
habrá de secar las lágrimas
como una hoguera interna
a esta puerta
abierta por completo.
Y a la hora de abrazar mi miseria,
esta era de post-poesía,
el timbre será un recordatorio ensamblado
que no avista las sutilezas,
que mantiene la herida,
que camufla —con este lenguaje—
mis "cómo estás";
me recordará que en tu vida no me abrirás más,
que frente a mí no te verás más,
que el lapso de irme no te ocupará más,
y yo, en cambio,
entenderé que ya no hay más,
nunca más,
brutal ni hermoso,
nunca más.
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