epilogo de agua viva

Siempre me muevo para buscar el sol.

Calor necesito ahora y sin embargo respiro con placer la brisa helada que me sopla en la cara.

Me dejo arropar por el viento que, lejano, me despierta.

Viene el viento a enseñarme, mostrarme, tocarme suave y vilmente. Me seca la piel, me quema de hostilidad, me arruga, me lastima y también me cobija.

Estoy escribiendo a la sombra de mí misma. En la soledad de la montaña, en el vacío de la planicie, en lo profundo del paisaje.

Me inundan sonidos huecos, tan lejanos como mi propio ser.

Me dejo llevar por impulsos como si fuera la continuidad de Clarice, como si fuera ella la que escribe.

Siempre espero una trascendencia, una posteridad, una eternidad de mi ser. Y sin embargo yo solo existo en mí y mi búsqueda me confunde.

Estoy buscando crecer y convertirme.

Transformarme.

Tornarme otra.

Siempre otra.

¿Cuántas cosas existen que nunca voy a poder conocer? ¿Cuántas soy yo? Soy inagotable.

Tengo las manos lastimadas y mi sangre brota seca debajo de la rudeza de mi piel.

Espero el sol caer, la suavidad del atardecer, el final de estos instantes que fueron día, vida.