No es lo mismo agarrar la mano
que entrelazar los dedos,
es la diferencia entre tocar la puerta
y cruzar el umbral de un sueño eterno.
Agarrar la mano es un gesto vacío,
una promesa incierta, un lazo quebradizo;
pero entrelazar los dedos…
ahí vive el abismo,
la entrega completa, el fuego infinito.
Es sentir cómo el pulso del otro
se mezcla con el tuyo,
es un idioma que no necesita palabras
porque la piel habla,
y el alma escucha.
Agarrar la mano es sostener,
entrelazar los dedos es pertenecer.
Es saber que, aunque el mundo tiemble,
en esa unión hay refugio,
hay verdad,
y tal vez, solo tal vez,
hay amor que arde más allá del tiempo.
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