Tal vez sea necesario aclarar la confusión,
lo que escribo puede parecer un enredo,
pero la verdad es más simple:
escribo desde el dolor,
desde el mío y desde el que he causado.
Es mi condena, mi maldición,
vivir entre los restos de lo que fui,
entre las sombras de lo que hice.
Escribo con el peso de las cicatrices,
las que dejé en quien me amó tanto.
El destino me atrapó en esta dualidad:
sufro por lo que siento,
y por lo que infligí.
Es una marca que arde,
una herida que no cicatriza.
Tal vez lo merezca,
tal vez sea justo,
por haber roto algo tan puro.
Mi maldición no es solo el dolor,
es la consciencia de la pérdida.
Mi delirio es creer que el arrepentimiento redime,
mi perdición es saber que no hay retorno.
Sigo atrapado, tal vez para siempre.
Tal vez lo merezca,
cada lágrima,
cada noche de insomnio.
Pero a veces,
en un susurro,
me pregunto si el perdón
puede ser también un castigo.
Si acaso esta tormenta
que llevo dentro
podrá calmarse algún día,
o si seguiré camina
ndo bajo la lluvia,
empapado de culpa.

jesus Arriaga Duran
no sé si se me ha ido la tan mala llamada “inspiración” o simplemente no encuentro palabras para transmitirte un poco de lo que siento, de lo que pienso, y de lo que soy.
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