Il n'aime qu'elle, et elle n'aime que lui
Comme un manège entre ses bras
Refugio único eran sus brazos, dispuestos para ella como un oasis en medio del desierto, como los rayos del sol con su tierno toque llenando de calidez su piel después de un frío invierno. Siempre firmes, siempre confiables, siempre amorosos, encontrándola en pedazos y armándola de nuevo al calor de un beso, solo eso bastó para que su corazón floreciera como en primavera.
Al amanecer, al atardecer, al anochecer, alumbrados por la luz de la luna en el momento que sus cuerpos buscan volverse uno mismo, envueltos en el anhelo de poder colarse por debajo de la piel ajena en medio de caricias que se desean eternas. Ahí cuando se siente más suya que propia pero a la vez tan libre, tan plena, al experimentar una dulce muerte momentánea de la cual renacen, aun así, para seguir amando.
Es aquel espacio entre sus brazos lo más sagrado, desbordante de amor, alegrías y sueños, donde se unen sus labios en una hermosa danza guiada por aquella melodía que los endulza, un secreto entre ella y él.
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