¿Por qué amanece?
Hay días de todo va mal, de una mala sorpresa, de un desencuentro, de impertinente atención; hay días en los que de nada sirve lo que se tenía hecho y hay que volver a empezar de cero.
Hay días que parecen tan viejos...
Lo más y las más de las veces, todo se sustancia en la falta de dinero.
¡Tantas personas buenas cambian de pelo en cuanto ese alacrán entra en juego!
Pan y agua y calor en invierno. Para el del verano sombra y sosiego.
¡Diógenes, tú fuiste un genio!
Complicado es vivir pretendiendo. Complicado es vivir aunque se sea parco en deseos. Esto está montado así y nadie se libra de los excesos.
Vivimos en la demasía, en el pleonasmo, en el derroche, en la supeditación a lo superfluo. Así, no es posible una existencia sensata y libre de problemas. Así vamos de cabeza, como vacas, al matadero.
Hay días en los que uno se da cuenta de la estabulación, del carril sin salida, del olor a sangre. Del mugido doloroso y lastimero.
Hay días así en los que uno entiende el lustro entero.
Luego de ocultarse el sol cuando nacen inesperados nubarrones, todo parece oscuro y sórdido, como un decorado de cine de terror.
Si esto te alcanza desprevenido y en campo abierto, con cosas que solucionar y sin poder calmar con la razón el desasosiego, cada giro del camino parece ser la entrada al infierno.
Llegar a casa es el consuelo. Parar. Tomar aire y un poco de agua, y pensar con calma. Escribir.
Entre las nubes, si te fijas bien, asoma.
Quizás...
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