Entre julio y septiembre.
Aug 20, 2024
...
Era de agosto la mañana, fresca cuando temprano, pero al rato, mejor la sombra que la solana.
Era de agosto, pero eso no importaba nada.
Llegó el cartero, llamó cuatro veces porque era nuevo en la plaza. "¿Donde es esto?" "¿Sabes la calle?" "El número no me cuadra"... Fue a la cuarta:
-Esta carta es para mí aunque indique otra casa.
La carta era de... Para mí importa, pero no le interesa a nadie. Y me decía:
"Aventar la parva.
En la cuenta de lo perdido me sale una ruina.
La vida casi entera en horas de hacer lo que no quería, de estar con quien no me apetecía, de decir lo que no debía.
Trabajo sustento esperando un aumento. Conversación ficticia ansiando sexo. Cabreo estúpido con la vana pretensión de convencer.
Merece la pena tan poco...
Ella, que me sostiene. Él, que me quiere. Los sueños, que me evaden.
Yo quiero tanto tras haber aprendido a quien y a qué querer...
Pocas almas me acompañan. Lo demás, el sol al ocultarse, el cielo al desnudarse, escribir desde mi adentro para buscarme.
He perdido, sí, los besos que pretendí, sin otra razón que el deseo desmedido; las horas preludio de las resacas, la espera de esperar nada.
Ahora no quiero gran cosa: Ratos de calma. Silencio. Agua.
Con muy poco, en la vida, basta.
Lo mismo deseo para tu alma".
No había dirección a la que enviar una respuesta, así que supuse que no quería que le dijera nada.
Aquello, tan antiguo y casi muerto de enviar una carta, fue un soplo de aire fresco enmedio de la galbana. Un extraño y reconfortante instante.
La vida seguía y era amable al otro lado de ese sobre. Donde quiera que hubiera sido sellado.
Era de agosto la mañana.
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