Entre el sueño y la ausencia

Hoy volví a soñar, ese sueño que busca advertirme, y cuando despierto me tortura sin piedad. Te sentabas a mi lado y me hacías sentir la más profunda seguridad. Después de tanto tiempo te tenía cerca, me sostenías la mirada y, por primera vez, todo parecía mejorar.

Desperté y mi alma no pudo evitar llorar; mi cuerpo ardía en llamas de angustia, porque en ese instante, al abrir los ojos, supe que nada era igual, que mi sueño no era más que el reflejo de mis deseos, aquellos que se esconden en lo más profundo de mi corazón, que anhelan tenerte presente en mi vida. Son esos deseos que laten dentro de mí, que me hacen sentir amada al oír tu voz allí. Me enseñan tu rostro que jamás apareció, y en él dibujan tu sonrisa, esa sonrisa que alivia mis ojos y me envuelve en protección.

Muchas veces me invade la duda y busco escapar de ellos, porque no quiero aferrarme a sentimientos que pronto dejarán de sentirse igual, que se convertirán en nostalgia, recordándome lo que pudo ser y no será. Les ruego una y otra vez que me dejen en paz, aunque quizás sea yo quien deba luchar, quien deba enfrentar ese océano de corrientes invisibles que me ahogan sin avisar, que se mueven sin hacérmelo notar.