Somos casi 9 mil millones de personas,
todas repartidas en diferentes partes del mundo.
Todos los días me encuentro con muchas.
Pienso: ¿qué pasará por su mente?
¿Cuáles serán sus peleas diarias?
Aislado de la realidad, vivo en mi mundo.
Y solo salgo de mí cuando la realidad lo necesita.
Vivo en este limbo entre mi mundo y el mundo,
robando y observando miradas, sonrisas y malas intenciones.
Todos los días, experiencias nuevas,
siendo expectante del nuevo amanecer y del viejo atardecer.
Trato de hacer mi rutina un lugar agradable
y darle sentido a lo que hago.
Todos los días busco la forma de que el vacío no se externe,
sonriendo por mera costumbre,
no por risa genuina.
Trato de hacer que mi nombre no sea uno más
de los 9 mil millones que somos.
Y aunque el número sea enorme,
me siento uno solo entre todos.
Y tú eras una sola entre esos 9 mil millones.
El cambio de ciudad,
en la ciudad que no duerme,
hace que encontrarte sea casi imposible.
Pero siento que ayer te vi:
misma altura, misma sonrisa,
y el mismo piercing al que te acompañé.
Salí de mi mundo para ver si podía
volver al mundo que compartíamos.
Pero no.
Solo era una persona parecida a ti.
Aunque el número de humanos que estamos aquí
sea casi igual al número de estrellas,
sigo sin poder conectar como lo hice contigo
en ese momento especial de mi vida.
Tantas personas...
pero todo resulta ser tan superficial.
¿Las personas olvidan?
Si somos tantos,
espero que alguien me ayude a hacerlo,
y no pasar a ser uno más de ellos.

Adrián Arenas
No leemos ni escribimos porque sea tierno, escribimos y leemos poesía porque somos miembros de la humanidad y la humanidad rebosa pasión.
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