Entre el amor y el abismo
Te miro y no te encuentro,
eres un eco marchito de aquel que amé,
un reflejo distorsionado en el cristal de mis pensamientos,
una sombra que apenas me roza la piel.
Fuiste mi refugio, mi soliloquio, la voz que arrullaba en mis noches de insomnio,
pero ahora tus acciones son filos de hielo
y en tu mirada ya no habita la llama.
Me aferro a las memorias con los dedos temblorosos,
como si el ayer pudiera resucitar y devolverte la dulzura extinta,
el fulgor que el tiempo supo sepultar.
Y sin embargo, aún te amo...
con un amor absurdo, febril, decadente,
un amor que es ruina y ceniza en mis manos, pero que insiste en dolerme en la mente.
¿De qué me sirve amarte si te has vuelto un espectro ¿Si tus caricias son cárceles de cristal?
¿Qué sentido tiene esperarte en el umbral de un sueño que ya nunca volverá?
La razón me pide que huya, que desgarre este lazo con precisión,
pero el corazón, obstinado e incierto,
se aferra a su propia destrucción y me suplica que me quedé contigo por el resto de mis días.
Así que dime, amor mío,
¿cuánto más debo desangrarme
antes de aprender a soltar?
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