Cae impoluta la primera tormenta real de Enero, sin cortar la luz, y no tengo nada inteligente que decir. El satén sofoca pieles cansadas que a su vez cuelgan, trapecistas, sobre huesos despiertos. Es este calor, vos sabés, nos imposibilita la fantasía y hace de todo carozo, nos pudre las carnes. Calor que levanta un muro de caucho entre lo habitable y lo que persigue. Mirá, vos sabés que no hago otra cosa, con mi afán incurable de coleccionista de fotos ajenas y tótems insólitos, refugiándome de la caída inminente al suelo cemento de esta tierra que es siempre la misma. Espero contorsionándome al son del jazz beatnik espasmódico y pretencioso que me gustaba a los 19, que alterna con el mismo charleston que escuchaba para esperar cuando tenía 12 dedos para contar mis años de mentirita. Cuando todavía no sabía que la espera iba a ser perpetua y la pregunta iba a seguir siendo es la blancura de las velas sagrada porque es amada por DIOS o es amada por DIOS por su sacralidad? es el secreto revelado porque un astro eligió al tatetí un profeta asarozo? o son los ojos del profeta transparentes porque el aire encerrado de esa habitación dibuja ilusiones de cera en la pared? Qué blanda la ternura de esa niñez de contadora y reorganizadora de botones, cuando recién se me aparecía el mantra que sigo usando hoy contra los domingos: ANTE LA DESAPARICIÓN DEL MISTICISMO, LLAMARLO TRES VECES CON EL RITUAL DEL JUEGO, más o menos. O quizás sea otra cosa, porque el deseo es otro, y tengo más citas inútiles en los bolsillos. Tendría que haber tenido la decencia de saber que todo eso para nada iba a servirme, los nombres eruditos y los aires de grandeza, un tiro al vacío. Lo que buscamos, la niña en cuestión y yo, está en otro lado. El café está bien la mayoría de las veces, pero enseguida empieza el hambre a desordenarme la caja torácica y empiezo a escribirte, y a buscar buscar ESPERAR. Busco en cineclubs, en el polvo de algunas ventanas. Ataca el hambre y es imperativo entonces levantarse y vagabundear la noche nuevamente, buscando la sombra/la bestia/el pasadizo, orando: déjenme probar la lágrima que me falta y cae fantasmagórica, dibujando la espectrología no del futuro perdido sino de un presente paralelo, este en el que te estoy hablando ahora. La silueta vacía de la lágrima de tu ojo que cruza el valle del esternón para detenerse justo arriba del elástico y el voladito de puntilla blanca. Llamémosle culto al sinsentido. La cuestión es que, como no puedo probarla, no me queda más que lavar a mano mis ropas blancas, planear vestidos con retazos de broderie, mirar los techos sucios de los 101 desde el balcón.
Si te gustó este post, considera invitarle un cafecito al escritor
Comprar un cafecitoRecomendados
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión