Ya no solo odio los lunes
Odio los martes
porque me recuerdan
que sigo aquí
arrastrando mis huesos
como un fantasma sin propósito.
Odio los miércoles
porque la mitad de la semana
es un abismo
y yo solo quiero saltar.
Odio los jueves
su frialdad quirúrgica
como una cuchilla
que corta lento
con paciencia
abriendo mi carne
hasta dejarme expuesta
vulnerable
vacía.
Odio los viernes
y su falsa promesa de alivio
su burla cruel
su peso insoportable.
Los viernes me aplastan
hasta dejarme sin aire
hasta hacerme polvo
ceniza
desperdicio.
Los sábados...
Los sábados son el infierno
que me inventé para torturarme.
Porque en cada rincón
de esta ciudad
te busco
pero solo encuentro
tu ausencia:
en las sillas vacías
en las calles
donde alguna vez caminamos
en las noches
donde el eco de tu risa
se ha vuelto un grito
que me perfora el cráneo
hasta hacerme sangrar.
Porque aunque evite verte
veo tu cara
(en todos lados)
tu ausencia me persigue
como un alma en pena
como un espectro
que me respira en la nuca
y me obliga a recordar
que ya no estás
Y el domingo...
El domingo es la peor
de todas las muertes
porque no es rápida
ni piadosa.
Es lenta
es silenciosa
es asfixiante.
Es una cárcel de nostalgia
con barrotes invisibles
y yo soy la prisionera
sin derecho a fianza
sin derecho a olvido.
Las horas no avanzan
se clavan en mi piel
me desgarran la memoria
con sus garras oxidadas,
y en cada minuto sin ti
me descompongo un poco más.
Ya no puedo estar en mi cama.
Se ha convertido en un desierto
helado
kilométrico
inabarcable
una fosa
donde mi cuerpo enfermo
se pudre en fiebre
sudor
y desesperanza.
No hay sábanas
solo un sudario.
No hay almohadas
solo piedras
donde apoyo mi cabeza vacía.
El insomnio
me carcome
las pesadillas me poseen
y en cada madrugada
te llamo
con la voz rota
con la garganta en carne viva
pero el eco
es lo único que me responde.
Soy un cadáver
que aún respira
un enfermo terminal
sin diagnóstico
alguien que ya no sabe
si quiere seguir vivo
o si solo espera
el golpe final
el último latido
el último exhalar
de mis pulmones podridos.
Y sin embargo,
a pesar de la putrefacción
a pesar del abandono
a pesar
del peso insoportable de la soledad
sigo mirando la puerta.
Porque en el rincón
más patético de mi agonía
aún existe la posibilidad
(absurda)
de que un día
quieras volver.
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