Enero / 2024
Jul 31, 2025
Todo empezó con un pedazo de canción. Un trozo de melodía que llegó a mis manos sin aviso, como esas cosas importantes que aparecen cuando menos las esperas. Me aferré a esos segundos, los guardé en ese lugar secreto donde lo trivial no entra. Y desde entonces, su música se convirtió en un misterio que quiero descifrar.
¿Qué versos la acompañan cuando el cielo se viste de gris? ¿Qué acordes le secan las lágrimas antes de que lleguen a sus mejillas? Imagino canciones que le arranquen sonrisas, que la obliguen a cerrar los ojos, de tanto sentir.
La imagino bailando en la intimidad de su cuarto. Sus pies siguen el compás de un ritmo invisible, su pelo se mueve con esa libertad que sólo florece en soledad. ¿Será una tonada ligera que cure sus penas? ¿Una balada que hable por su alma cuando las palabras faltan? ¿O esa canción electrizante que le hace latir el corazón de forma desenfrenada?
En el centro de este torbellino de preguntas, habita un deseo: que algún día yo pueda ser más que esos segundos de canción.
Quisiera convertirme en toda su música, en esa que la acompaña en los días buenos y en los malos, en la que le da fuerzas cuando flaquea y en la que celebra cuando todo va bien.
Quisiera ser el estribillo que repite sin cansarse, la canción que resuena en sus auriculares de camino a casa, la melodía que tararea sin darse cuenta mientras hace su café por la mañana. No sólo un pedazo, sino toda la música que su corazón necesita escuchar.
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