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    Encuentro con el Diablo

    Jan 20, 2025

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    Encuentro con el Diablo
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    VIII.

    Todo comenzó con una pesadilla, de esas que se sienten reales, tanto que se confunden con un recuerdo. Me veía frente a un espejo roto, iluminado por un parpadeo frío y nervioso. Allí estaba yo, pero no era yo. Era un despojo, un cuerpo golpeado, herido, con una culpa perforándome como una aguja en la nuca. Era como si el espejo me devolviera el futuro: un reflejo profético de la ruina. Vi una bala incrustada en mi carne, la arranqué con las manos temblorosas, mientras la sangre fluía de mis encías, mi nariz y mi alma.

    Al despertar, pensé que era solo un mal sueño, un producto más de mi vida caótica: excesos, noches sin fin, golpes a mi cordura. Pero el tiempo, burlón, me llevó a cumplir esa visión. En un callejón de golpes y números desiguales, mi mandíbula se quebró en dos partes, mi nariz se torció para siempre, y ese ser famélico que vi en la pesadilla se hizo carne. El dolor, físico y existencial, me dejó reducido a nada. Trabajar así era un absurdo, pero la indiferencia del mundo me obligó. Mi jefa, entre lágrimas de impotencia, me devolvió a mi casa como quien intenta arreglar algo ya roto.

    Luego vinieron los médicos, el calvario de diagnósticos y cirugías. En un quirófano helado, el frío de la anestesia me recorrió el cuerpo hasta sumirme en otro sueño. Esta vez, me vi en una plaza desconocida, un espacio imposible, enfrentándome a un hombre de traje azul celeste, con una sonrisa que helaba la sangre. Sus ojos, pasteles como el cielo, eran una trampa. Sus palabras fueron claras y cortantes: "Debes liberar tu maldad, es lo único que va a salvarte."

    Le pregunté quién era, y él respondió con esa sonrisa que no necesitaba confirmación. Era el diablo, o al menos, lo que yo creí de él. Desperté temblando, con un grito ahogado en mi garganta. La primera frase que salió de mi boca fue simple, cruda y reveladora: "Tuve un encuentro con el diablo."

    Esa pesadilla, o lo que fuera, me dejó una pregunta: ¿la redención se encuentra en enfrentarse al mal o en abrazarlo? ¿Había algo que salvar en mí, o simplemente estaba condenado a ser el reflejo roto de aquel espejo?

    Luciano Marcos

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