me la pasé augurando espinas en días lejanos, con una afilada lengua funeraria, perseguido por mi condición de mortal pensante, a veces latente y errante
sangrando las palmas en el rasgueo incesante de unas cuerdas herrumbradas, marchitando prosa, cercenando rastros de ternura porque ¿qué es la dulzura sin vos?
casi al borde de la locura, te encontré entre empolvadas partituras, esperando ser descubierta la sinfonía que hoy, con paciencia, me guía
comencé a adorarte con suprema entidad desde que decidiste anclarte donde ahora porto tu estandarte abiertamente en la carne
en tu inefable afán de adueñarte de mi sol naciente, te escabulliste por mis poros atormentando desvelos, noches de insomnio que ahora son simple recuerdo
mi abismo de inspiración tropezó con tus ojitos felinos enraizando torres titánicas que florecen en mi pecho cada madrugada, instalando hambre voraz por inmortalizar mis manos en tu cintura hasta el coágulo, hasta rozarte el hueso
comencé a amarte y no pretendo soltar lo que entona mi corazón cuando piensa en vos
imploro que la savia de tu lengua se cuele en mis arterias, que tu voz reclame el mandato que tenés sobre mis guerras internas, que esclavices mi rebeldía, que mines el campo de mis pensamientos y dinamite al latir hasta que mis cenizas envuelvan tus pupilas, que me miren solamente a mí o podría morir
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