Encontrarse: el acto más rebelde

Tan podrido está el mundo,

que tu valor se mide en centímetros, en pixeles, en billetes.

Hoy, cuanto más hegemónico seas, más digno parecés.

Y cuanto más auténtico, más invisible.

Los estándares de belleza —aquella jaula brillante— hicieron crecer la industria, sí.

Pero también sembraron inseguridades en cuerpos que recién aprendían a caminar.

Le robaron la niñez a los niños, la calma a los adolescentes, la autoestima a generaciones enteras.

Han hecho que dudes de tu propio reflejo.

Que busques esconder tus marcas, tus formas, tus sombras, por miedo a los ojos que no ven, sino juzgan.

Miedo a esos dedos afilados que señalan lo distinto, que critican por deporte, que destrozan por inseguridad propia.

¿Desde cuándo ser uno mismo dejó de ser virtud para convertirse en defecto?

¿En qué momento nos robaron la belleza de lo auténtico?

Arruinaron todo.

El amor ahora se negocia, se mide, se presume.

El amor propio esta de moda, no lo ven como un camino interior, un cambio real.

Y mientras tanto, se normalizan los celos como prueba de afecto,la toxicidad como intensidad,

la infidelidad como libertad.

Ya no importa el alma.

Todo debe ser rápido, inmediato, sin esfuerzo.

Y cuando, por fin, encuentren a alguien con quien el alma les tiemble...

probablemente sea tarde.

Probablemente se les escape entre los dedos por no haber aprendido a sostener lo que anhelan.

Las personas son moldes repetidos, versiones recicladas de una idea vacía.

Sus pensamientos no les pertenecen:

son ecos de lo que vieron en redes, lo que dicta una tendencia, lo que aprueban los otros.

Pero, aceptate.

A pesar de todo, aceptate.

En estos tiempos, ser fiel a uno mismo, incluso si duele, es el acto más revolucionario que puedes hacer.

Y tal vez, algún día alguien vea tu diferencia y la llame hogar.

—𝕷𝖚𝖈𝐲.