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Enamorada de la idea del amor

Sep 8, 2025

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Enamorada de la idea del amor
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Desde chica, mi idea del amor estuvo atravesada por relatos que se repetían una y otra vez en diferentes formatos, novelas románticas, películas, canciones. Siempre había un encuentro inesperado, un cruce de miradas que lo cambiaba todo, un destino que unía a dos personas como si fuese inevitable. En esas historias, amar parecía un acto sencillo, casi natural, donde lo único necesario era estar en el lugar correcto y dejarse llevar.

El problema surge cuando descubro que, quizás, lo que me atrae no es tanto el amor en sí, sino la idea del amor. 

Muchas veces siento que persigo un espejismo, la emoción del enamoramiento, la adrenalina de la expectativa, la promesa de una plenitud que parece garantizada. Como si el hecho de enamorarme fuera un fin en sí mismo, más allá de lo que realmente suceda después. Y es ahí donde aparece la trampa: buscar un amor que tal vez no es más que un reflejo de lo que aprendí a soñar, sin detenerme a pensar si lo quiero, si lo necesito, si lo elijo.

Y a veces me pregunto si no es precisamente esa construcción cultural lo que me hace desear estar en pareja, más que el vínculo en sí mismo. Como si mi expectativa del otro estuviera atravesada por esa promesa de facilidad, de destino, de romance permanente.

Porque en el fondo, lo que me seduce no es solo la persona que podría estar a mi lado, sino la posibilidad de vivir “esa historia”. Ese relato que parece accesible, casi automático, como si el amor fuera un estado al que uno entra sin esfuerzo. Y es entonces cuando surge una de las miles de preguntas que tengo constantemente, ¿quiero a alguien o quiero lo que alguien representa dentro de esa idea?

Pero el problema es que la vida real no responde a ese molde que las novelas o relatos representan. Las personas no son personajes escritos para dar sentido a nuestra trama o tal vez si pero no siempre existe el encuentro mágico en un tren, en un café o en una librería. Sin embargo, sigo fascinada con la idea de que podría ser así. Quizás por eso, muchas veces, no persigo tanto a una persona en particular, sino al relato en el que me imagino con ella.

El amor como concepto se vuelve entonces como un motor que me empuja a buscar e incluso a ilusionarme. Y al mismo tiempo funciona  como una trampa, donde genera una expectativa que depositamos sobre el otro sin darnos cuenta. Como si esperáramos que quien llegue cumpla con ese papel romántico que tanto vimos, que tanto cantamos, que tanto soñamos.

Y ahí aparece la pregunta más incómoda: ¿estoy enamorada de alguien o de la idea de lo que ese alguien podría significar en mi historia? Tal vez no sea lo mismo. Tal vez el verdadero enamoramiento, no sea hacia una persona concreta, sino hacia el espejismo cultural de un amor siempre fácil, siempre romántico, siempre perfecto.


Subrayado al margen

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