¿En solo una vida? - 2. Una fiesta diferente
Jan 31, 2025

Empezaron a llegar los invitados. Ex compañeros del colegio con los que todavía tenía conexión, amigas del trabajo, de la vida, hasta a la tía Helena consiguieron llevar. No se veían hace, fácil, 10 años. Helena es fotógrafa para una gran cadena de televisión y revistas. Se pasa la vida entre viajes y viajes, por todo el mundo.
A Sara le emocionó ver el parecido con su abuela. Dos ojos con forma de la almendra más dulce que podría existir, y oscuros, de un marrón profundo y calmo. Sobre ellos posaban dos hermosas cejas tupidas que nunca serían depiladas, pues cargaban con ellas el peso de la identidad. Una sonrisa amplia y serena. Le transmitía paz verla tan jovial.
El abrazo fue infinito. Por un segundo pareció que solo ellas dos existían en el universo. Todos continuaron comiendo y charlando, pero ellas, estáticas en la entrada, como si fueran un cálido cuadro de bienvenida. Cuando consiguieron soltarse, no fue así del todo, ya que Sara la llevó de la mano haciendo las presentaciones a cada uno de sus amigos. Le indicó donde sentarse cuando hubo finalizado la ronda de presentación. Luego Sara fue capturada por Dai y Romi, dos de sus compañeras de trabajo, que la obligaron a armar un trencito bajo la canción “de reversa mami” de El símbolo.
Aquella situación era extremadamente bizarra. Todos personajes literarios bajando hasta el suelo. Hamlet perreando. Madame Bovary bailando la “Macarena”. Sherlock pidiendo una cerveza bien fría a los gritos. La carpa de la tarotista en una esquina de la habitación. Que pedazo de mística agregaba esa carpa de tela violeta iridiscente, las luces con formas de estrellas, lunas y soles que emanaba no se quedaban atrás. La tarotista aún no había llegado.
La fiesta siguió y siguió. A las 3 am, muchos de los invitados ya se habían ido, incluida Helena. Para esa hora, La tarotista era percibida como una farsante, pero a todos les resultaba extraño que haya dejado su carpa allí. No había cobrado por adelantado por lo que se sumaba un punto a la extrañeza aquella. Siguió el baile, la cháchara y los juegos. Si, claramente hubo juegos. Dígalo con mímica y el juego ese en el que a todos les toca un papelito con una palabra, usemos “Árbol” como ejemplo, menos a uno de los participantes al que le toca “Sillón” (También ejemplo), uno a uno van diciendo palabras que describan a esa palabra y el del “Sillón” no debe ser descubierto. Bueno, así hasta las 6 a.m., cuando ya quedaron Sara, Pía y Clara agotadas en el sillón. Las cuarentonas ya estaban por dormirse, se les cerraban los ojos, pero habían prometido limpiar antes de dormir. No aguantaron, las 3 sucumbieron ante el deseo de descanso.
PUM. PUM. PUM.
Tres golpes secos en la puerta.
PUM. PUM. PUM.
Tres más.
Sara empieza a despertarse, con dolor de cabeza por la tremenda resaca que le había dejado la noche anterior.
PUM. PUM. PUM.
Chequeó la hora en su teléfono. 13.00. Revisó el historial de llamadas para ver si era algún invitado que se había olvidado algo.
PUM. PUM. PUM.
Se levantó del sillón al momento que sus caderas hicieron un leve CRACK. Se dijo a sí misma que nunca volvería a acostarse tan tarde. Ni a dormir en el sofá. Le dolían los ojos de la claridad que entraba por las ventanas, se condenaba por dentro el amar tanto esa luz ya que esto había hecho que nunca ponga cortinas. Si, una casa sin cortinas. Las ventanas daban a su patio, no es que alguien pudiera verla. Caminó por el pasillo que llevaba a la puerta.
PUM. PUM. PUM.
“¿Quién es?” gritó Sara enfadada.
“Hola. ¡Al fin! Soy Selene, la tarotista que contrataron para un cumpleaños. ¿Puede ser que sea acá? Me pasaron esta dirección.” dijo Selene casi sin respirar.
Detrás de la puerta, una Sara resacosa y confusa, pensando cómo alguien puede confundirse las 21.00 con las 13.00. Vió por la mirilla a una chica de unos 25 años, muy petit, colorada con una coleta alta. Pecas, muchas pecas. Flaquísima y súper blanca, cuasi leche era su piel. Resolvió abrir la puerta. ¿Qué podía pasar?
Ni bien se movió un centímetro la puerta, la mujercita ya estaba dentro observando el atuendo de la nueva cuarentona. Un disfraz de Jo muy desprolijo.
“¡Wow! pareces una campesina” Atino a decir Selene. “¿Sabías que las primeras tarotistas fueron campesinas? Bueno en realidad casi todos los humanos fueron campesinos. Creo haber escuchado que solo un 2% de la población desciende de la realeza. Igual que la gente con ojos verdes. ¡Como yo! Somos un 2% de la población.”
Sara estaba perpleja y aturdida. No pudo decir más que “allí está tu carpa” señalando la tienda de la que todavía emanaba luces en forma de galaxia ya que nadie se había molestado en apagarlas. Selene prosiguió “Ay si, ¡Muchas gracias! ahora ya, me preparo y comenzamos con la tirada. ¿Te parece? Puff ¡que tonta! Claro que te parece, vos me contrataste. Jajajaja”. Sara señaló a sus amigas desparramadas en el sillón mientras con la otra mano se sujetaba la cabeza y dijo: “En realidad fueron ellas.”
Selene: “ahh si ¡Clara!, vos no sos Clara por supuesto. Vos sos Sara, la cumpleañera. ¿Es esta tu casa? Es muy preciosa. Estos vidrios son altísimos.” Corrió hasta la puerta de la cocina y gritó: “¡Y ESTAS PUERTAS! Son demasiado hermosas.”
Toda la actitud de esa chica era fundamentalmente errática y disfuncional a su trabajo, en el cual Sara pensaba que se presentaría una mujer adulta, seria, mística, opaca, con límites claros. No esta niña parlanchina que llegaba tarde y ni siquiera se disculpaba. Le daba vueltas la cabeza. Quería que se vaya ya por lo que secamente le tiró lo siguiente “Por favor. Selene ¿era Selene, no? Te pido que juntes tus cosas y te retires. Claramente no te vamos a pagar. El servicio era para una fiesta, y esa fiesta fue ayer por la noche. No hoy.”
Selene comenzó a lagrimear. Si bien Sara había sido firme, no la había tratado mal, o eso le parecía. Le pidió disculpas si la había hecho sentir mal, pero le dijo que necesitaba que se fuera. Selene entre sollozos dijo: “Perdóname vos, arruine tu cumpleaños. Es que tu maestro me dijo que no venga ayer. Que venga hoy a esta hora. A las 13.00. ¿Significa algo para vos ese horario? ¿Sabías que hay números mágicos? Números pares e impares también. Además…” siguió dándole a la lata por largo rato, hablando sobre números, resta, suma, división, pero Sara no la escuchó, la palabra “maestro” le resonó demasiado. Ella no tenía ningún maestro. ¿De qué estaba hablando esta chica? ¿Que habían tomado sus amigas que no se despertaban con semejante parlanchinerio? ¿Sería esta la verdadera Tarotista?
No aguantaba más el sonido de su voz. Le tapó la boca con la mano. Sabía que eso estaba mal pero no la podía escuchar más. Por lo menos no, si hablaba sobre números. El llanto de Selene empeoró. Las disculpas de Sara no cabían en la habitación.
Sara: “Perdóname, no llores. Estoy confundida y me marea que hables tanto. ¿Qué maestro mío te dijo aquello? ¡Yo no tengo ningún maestro!: Vení, pasemos a la carpa que te ayudo a recoger tus cosas.”
Selene no podía tener los ojos más abiertos. Su mirada cambió repentinamente, como si estuviera poseída por otra personalidad. Accedió y la siguió, le convenía seguirla. Entraron a la carpa y la energía fue totalmente diferente. Ambas se calmaron. Parecía que alguien había sintonizado la radio PAZ, se escuchaban unas melodías tan suaves como una camisa de algodón. La luz era tenue como si hubieran querido imitar el vientre materno. Velas por doquier que no entendía cómo seguían prendidas ni como no habían producido un incendio. ¡Qué peligro!
Apenas entró, Sara se sentó en una de las otomanas y respiró profundo. Jazmines y mandarinas. Casi le saltan las lágrimas cuando una Selene muchísimo más calma dijo “A tu maestro, vos no lo conoces. Pero el a vos sí. Es como un guía espiritual que se nos asigna cuando nuestra alma llega a este mundo desde lo celestial. No tiene nombre ni forma. Es una especie de pensamiento. De idea. Se presenta así.”
Sara no sabía muy bien de qué estaba hablando, y la sorprendió que hablara tan serena, tan tranquila, se sentía un poco sedada por su voz. “No te entiendo.”. Solo eso pudo decir. Tenía la mente abombada como una sandía madura. A punto de estallar.
“¿Querés que comencemos con la tirada? quizás ahí comprendes mejor lo que él viene a decirte. Te digo que su voz parecía muy poderosa, por eso le hice caso en no venir…” Volvió la chica charlatana de 25 años. Pero en un pestañeo, silencio. Selene adoptó una postura rígida y erguida, como si su espalda se hubiera convertido en una columna de mármol antiguo. Podían verse sus pelos de punta en la parte externa de los brazos. “Perdón. Tenés razón. No estoy acá para eso” Pero no le hablaba a Sara, si no a la parte de arriba de su cabeza. Como si tuviera un gato en la mollera. En un segundo sintió ese peso sobre su cabeza, la invadió una tremenda sensación de que todo iba a estar bien. Entró en una especie de trance nostálgico y amoroso. El aire la abrazaba. Mada la abrazaba. Una lágrima le rodó por la mejilla como una gotera de una canilla mal cerrada. Gruesa y espesa gota, retenida en esos ojos por mucho tiempo. 24 años.
Había pasado más tiempo sin ella que con ella. Sin embargo, el vacío era tan profundo como el más oscuro punto del mar. Ese lugar donde no vive nada, ni un microbio microscópico. Otra lágrima. Otra más. Un infinito de agua caía por esos ojos azules como el mar, heredados de su abuelo, como le había contado mil veces Mada. El cielo empezó a llorar con ella. Truenos. Ese ruido tan tranquilizante del cielo tocando el suelo mediante sus aguas danzantes. El olorcito a tierra mojada. Todo el universo se abrió a ella. Si bien ella lloraba, se sentía bien. Mantuvo una sonrisa en la boca todo el tiempo. Deseante de saber y entender que era todo eso, cerró los ojos. Una última lágrima. Respiró profundo.
“¿Comenzamos entonces?” expresó Selene que la miraba con una sonrisa empática, como sabiendo lo que Sara estaba percibiendo. Un “Sí” muy tímido se escuchó desde Sara, pero ella no pareció hablar. Inmóvil ante la habilidad de Selene barajando las cartas. Se movían como por motus propio. Se escuchó una voz masculina, grave e imperativa, susurrando suave “Ahora”. Selene volvió su mirada a lo que sobrevolaba la cabeza de Sara. Ella se giró para intentar verlo. No logro vislumbrar nada, ni siquiera un atisbo de sombra.
“Yo tampoco lo veo. No te preocupes.”
Acto seguido sacó la carta que la voz le indicó. 6 de copas. La tarotista, que ya empezaba a parecer mística y seria, apoyó la carta sobre la mesa redonda y la señaló por largo rato mirando directamente en los ojos de Sara. Ambas emitieron un suspiro ahogado.
“El 6 de copas remite a un… alma gemela. La perdiste hace mucho, ¿no?”
Las lágrimas no tardaron en volver, pero esta vez ella no estaba en trance. Lo hizo con propósito. Derramando lágrimas sobre todo su vestido. Siempre supo que Mada era su alma gemela. Escucharlo de otra voz la hizo sentir un poco más plena, con el plus de que era una desconocida. Selene no conocía su relación y aun así lo sabía.
La muchachita continuó agarrando la mano de Sara que estaba sobre la mesa “La vas a volver a encontrar.” Una sonrisa hermosamente magnética brotó de la boca de la colorada. La miro como un niño pequeño a su regalo más preciado.
“Uff, no va a ser fácil. Sus almas se encuentran y desencuentran todo el tiempo. Parecen no sincronizarse. El amor está, de eso no hay duda. Blanco y puro como un jazmín que florece en primavera.”
De vuelta, jazmines. Por momentos parecía una cámara oculta. “¿Cómo voy a encontrarla? ¡Está muerta, por todos los cielos!” Salió como un aullido de desesperación desde lo más recóndito de sus cuerdas vocales.
“¿Me voy a morir?”
Pánico. Terror. Llanto. Un rango de emociones oscuras la abrazaron esta vez. Solo cuando Selene se paró a su lado y le apoyó la mano en el hombro logró salir del shock que esa idea le provocaba. Selene procedió a arrodillarse junto a Sara. La tomo por las mejillas con ambas manitas calentitas. Se sintió hogar.
“Mi niña, las almas no mueren”
Los ojos de Sara en ese momento podían abarcar al cielo entero.
“Solo cambiamos de cuerpo. Tu abuela tuvo mucha suerte, El de tu abuelo no tardó en volver a ella, en vos. Ahora, a vos te está costando mucho volver a ella. ¡Veamos qué podemos hacer para ayudarte en eso!”
“Espera, me estás diciendo que ¿Soy mi abuelo?”
Claramente parecía una mentira, una falacia, meras patrañas. Confusión y aceptación pasaron por el cuerpo de Sara. Le resultaba tan cierto lo que aquella niña le decía.
“No, no sos tu abuelo. Vos sos vos. ¡Que redundante esa frase! Perdón. Que tengan el mismo alma no quiere decir que sean la misma persona.”
“¿y qué quiere decir entonces?”
“Las almas viajan en grupo. Siempre están rondando al mismo tiempo pero no en el mismo espacio, por eso a veces es difícil encontrarse con los suyos. Algunos tienen mucha suerte, otros no tanta. En fin, que vos y tu abuelo tengan el mismo alma quiere decir que te vas a encontrar con almas similares o con las mismas que él conoció. ¿Entendés? Es como si al momento de nacer vos fueras un imán chiquitito, y te tiran en una bolsa con miles y miles y millones de clavos de metal y escarbadientes.” Ante la cara de confusión en el rostro de la pámpante cuarentona, Selene siguió explicándole como si Sara fuera una niña pequeña.
“Vos sos un imán chiquito” haciendo el gesto con el índice y el pulgar acercándose.
“Madera e imán no pegan”.
Gesticulaba mucho con las manos como si eso fuera a hacer que Sara comprendiera más rápido.
“Las maderas son almas que no están en tu destino. Los clavos y el imán se atraen. Pero vos sos un imán chiquito, no te vas a pegar a TODOS los clavitos que se te crucen por el camino. O por lo menos no al mismo tiempo. Y hay un clavo más grande que ocupa la mayor parte de tu superficie, de esos que llamamos alma gemela solo hay unos pocos. También hay clavos oxidados que… ¡ah, que ya me estoy yendo de tema! ¡A barajar!”
De vuelta con la danza de cartas de una mano a otra, de un lugar a otro. Sara quiso que le siguiera contando sobre imanes, clavos y maderas para toda la vida. No sabía si estaba preparada para escuchar lo que seguía. Pero Selene parecía seguir órdenes de un alguien invisible y estaba tan entusiasmada y feliz mezclando las cartas que prefirió dejarla. Cartas de allá pa´ acá. Bailando, decidiendo el mensaje que le sería enviado a la reciente cumpleañera. Se volvió a escuchar, esta vez un poco más fuerte, “Ahora”. Salto una carta del mazo, ni si tuviera vida propia podría haber saltado así. Cayó en el regazo de Sara.
“¿Qué dice?”
Sara la tomó y le mostró el naipe sosteniéndolo como si fuera un pañal sucio de los que les cambia a sus alumnos. Al unísono evocaron: “La rueda”. Selene pegó un saltito de la silla como si aquel pedazo de cartón decorado le diera la mayor felicidad y sorpresa de su vida.
“La rueda representa luz, vuelta a las raíces para volver luego a lo actual renovado. Anuncia cambios positivos. ¿Relleno? ¿Llenar algo? No sé, me dan eso las cartas.”
Sara no quiso decir nada pero un poco su espacio cardiaco contrastadamente negativo bailó en su pecho como si no hubiera un mañana. Solo dijo: “No hay más raíces que estas. Acá nací.”
Selene la miró con cara incrédula y de la misma manera alzó su voz “¡No la tuya! O sea si, la de tu alma. No la de tu cuerpo terrenal.”
“¿Y eso? ¿Cómo se dónde es? Mi abuelo nació acá también. ¿Cómo descubro donde nació nuestra alma?”
“Ya lo vas a saber. Se nos acaba el tiempo. ¿querés otra carta? o ¿la terminamos acá?”
De repente sonaba como una ejecutiva o una de esas sesiones de terapia carísimas que le había pagado su tía después de fallecer su avoa. Con apenas un hilo de voz pudo pedir “Una más".
Cartas, moviéndose tan cómodas entre las manos de Selene. Sara quiso ser una de ellas, que alguien venga y la acomode donde debería ir.
“Ahora.” Otra vez.
Sara quería gritarle que dé la cara. Se contuvo. La joven tarotista sacó una nueva muestra del destino que le deparaba. “El enamorado” Selene apuntó la carta, con una ceja levantada y los ojos fijos en Sara. La cual no entendía nada. Solo observó la carta.
3 personas hablando, dos mayores y uno (el del centro) de apariencia más juvenil. Le parecía un príncipe. Sobrevolando a estos tres, un cupido feliz apuntaba al del medio. Sara levantó los hombros demostrando que no tenía idea que representaba tal dibujo.
“Esta carta, mi niña, representa el amor. Se te viene una re-conexión, fuerte. También me muestra la toma de decisiones. No va a ser sencillo. Pero lo vale, te juro. Mmh, lo que sigue me lo guardo.” Miró nuevamente al tope de Sara y negó. “No estás preparada. Ya fue demasiado. Me voy. Te deseo mucha suerte. Ojalá se encuentren.”
Volvió a hablar como cuando se conocieron esa misma tarde, rápido, en apuros. Selene chasqueó los dedos. Una potente necesidad de dormir se apoderó de Sara y cerró los ojos. Cuando los logró abrir, en lo que para ella fue un pestañeo, estaba en su sillón. Giró desesperada en busca de la carpa. No estaba. Se levantó, la cadera le volvió a hacer CRACK. Sus amigas tampoco estaban. Le dolía mucho la cabeza. Fue a la cocina y desde la ventana las vió. Clara y Pía, tomando mate y comiendo medialunas. Se encontró pensando “¿Si esto no es una raíz, entonces que puede serlo?”.
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