¿En quién me convierto si renuncio a mis sueños?

Si algo me caracteriza es la terquedad para buscar nuevas formas de sobrevivir a los dolores más profundos y devastadores, me pregunto dónde está la persona que lucha por sus sueños, si alguna vez existió o habitó este cuerpo que carga con una morgue entera en el pecho, es que yo ahora me quiero rendir, en el sentido más literal de esas palabras, no quiero estar de pie ni sentado, quiero estar en el piso, tirando lo que sea que tenga en las manos porque el mundo es demasiado hostil y cruel, entonces quisiera abandonar mis sueños, tirarlos también al piso y que se rompan porque la realidad ya los rompió entonces sería únicamente una mueca torpe de mi vida, hay que asumir que uno no nació en una familia privilegiada y no puede aspirar a cosas muy grandes, con despertarse un día está bien y otro y otro y otro, así hasta llegar a quién sabe cuántos años aguantando este suplicio de existir.

La vida adulta del desdichado es renunciar a grandes sueños por pequeñas acciones, como despertarse, hacerse el desayuno o armarse un pucho, para empezar: llegue demasiado lejos considerando que mi deseo de impermanencia arrancó a muy temprana edad, creo que ni siquiera entendía bien cómo funcionaban las cosas cuando decidí que vivir no era para gente como yo, unos años después elaboré la teoría de los nacimientos y de la gente que nace para grandes cosas y ser felices, yo fui parte del otro grupo: los infelices que nacen para morir.

Me han dicho que de tanto llamar a la muerte y desearla va a dejar de atender el teléfono, como si fuera que no es mi compañera y conociera mi deseo incesante de terminar con esta vida que no hace más que presentarme al trauma a cada paso que decido dar.

Este deseo de querer abandonar los sueños, ¿será de cobarde? Yo no me jacto de ser valiente, jamás se me cruzó por la mente serlo pero qué sentido tiene obligar a la vida a que sea lo que yo quiero cuando la realidad me demuestra, una vez más, que a las personas como yo: a los marginados no se les conceden sueños, por no decir que vas a dejar tu vida por cumplir una pequeña parte de lo que alguna vez deseaste.

Pero entonces digo todo esto y me contrapongo a la tragedia: ¿qué sentido tendría la vida si uno no la obligara, mediante acciones, a ser lo que uno desea que sea? No hablo de tener control sobre todo ni mucho menos sobre el futuro pero hay que luchar los días que el cuerpo lo permita para que la realidad sea, por lo menos, una quinta parte la vida de nuestros deseos.