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En los ojos.

Dolbach

Jul 30, 2024

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En los ojos.
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Grietas en la roca.

“Y ella se reía, siempre se reía”.

Franchesco Ordías era un tipo extraño. Supongo que lo es todavía, aunque ya hace tiempo que lo perdí de vista. Se fue hacia el norte buscando huir del calor y de no sé qué mil cosas más.

Hay entre nosotros unas cuantas historias con las que se podrían rellenar algunos de estos espacios, pero no estoy seguro de que convenga divulgar ciertas vivencias.

Hoy, que me ha llegado de repente su recuerdo, pongo en letras una de las últimas cosas que, entre sustancias, me regaló.

A veces, él que solía mostrarse como un pedernal, dejaba entrever, entre los resquicios del muro, al hombre sensible que también le rondaba por ahí adentro:

“Cuando llego por primera vez a una ciudad, pregunto por pisos francos de putas y si saben de uno con una japonesa; ella no era de locales. Luego he de explicar la diferencia entre japonesas, chinas y coreanas. Los ojos son la clave. Ella me lo explicó.

Ishima, la persona más libre que he conocido. Fea como un demonio, pero puta y sabia como nadie. La echo de menos. Daría todo por encontrarla.

Por su sabiduría, elegancia... y las cosas que hacía en la cama...

No solo iba a verla para follar. Muchas veces quedábamos en el Cepas, el viejo bar, para tomar un café, aunque ella lo odiaba (el café, no quedar en el bar). Luego íbamos a su casa, y no me cobraba, y me hablaba de sus cosas de hija y nieta de putas, y de su pueblo. Yo la miraba pensando en lo fea que era y lo guapa que se hacía con sus historias, con su sabiduría.

A Manolo, el del bar, no le acababa de gustar y le regateaba, así nunca subió con ella. No la entendió, no supo conocerla y nunca sabrá lo que se perdió.

Ishima se extrañaba de que yo la buscara en su casa, porque si quedábamos en el bar, lo acabábamos haciendo gratis, pero yo respetaba su trabajo y no quería que perdiera dinero.

Me he dado cuenta, no hace mucho, de que desde que me fui de todas partes, echo a ciertas personas de menos, pero, de alguna manera, es a Ishima a la que más añoro. Quizás mi amiga Jo tenga razón, y lo que pasa es que estoy enamorado de aquella mujer. Ella dice que las demás son solo esparadrapos para mi soledad.

No lo sé, pero juro que me gustaría encontrarla una noche en algún bar, diciéndole al camarero que no, que ella nunca baja su precio.

Yo le pagaría lo que me pidiera”.

(Dedicado a quien me regaló esta historia).

Dolbach

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