En la simpleza de la sonrisa de un niño
En las canas del abuelo
Y las arrugas de la vieja
En el deseo constante de sobrevivir
En aquel precipicio que nunca tendrá mi cuerpo
En el aliento sereno
del muerto al morir
En la sombra de un árbol
En el cumplido de un hermano
En el secreto de un sabio que supo servir
En el llanto del grillo
El grito del lobo
En la queja del vecino que quiere dormir
En las hojas de un libro
En las bicis playeras
En las leches vencidas que están por ahí
En los teles prendidos
En los manicomnios
En los mentirosos que dicen que sí
En las tardes aburridas
En todos los autos rojos
En la policía que veo venir
En lo transitorio
En lo vespertino
En todos los sueños que nunca perdí
En cada latido
En todos los ritmos
En ese estribillo que sé repetir
En lo que tiene sentido
En los muebles corridos
En este poema que yo no escribí
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