La hora de oro se disipa y las sombras de los árboles cuentan historias de los que alguna vez estuvieron aquí. La sangre en las orejas pulsa, incesante, me trae memorias de otras vidas y el pecho explota en un sentir inexacto; la mano temblorosa plasma las mil realidades, las infinitas posibilidades.
Suenan los tambores y estoy en una trinchera con las balas cortando el viento, la sangre seca entre los dedos y las bombas cayendo a mí alrededor, con tu foto guardada en el uniforme. La música cambia, enciendo un cigarrillo y te veo bailando cerca de mí en un recital, cantando tu tema favorito; me recuerda al mío y como se liga con tu ser. El humo me lleva a un lugar incierto frente a las montañas, estás tomando vino con el gato encima, yo con el lobo al lado tratando de entender su libertad. Termina la música y al ver la hora te me apareces preparando un trago mientras pongo una película que jamás vamos a compartir. El reloj suena y pienso en el tiempo. Estás parada en la puerta del estudio, yo atrapado entre libros y relatos; como si rompieras la maldición llamas a los chicos, ella tiene tus ojos, él, tu sonrisa.
Se apaga el sol poco a poco y las sombras me llevan a un día de playa, tus pies sobre la arena, los míos surcando el mar; nuestras manos se aprietan como dos mundos que colisionan, destinados a encontrarse. Corremos ahora intentando acercarnos pero la distancia solo se incrementa y nos cansamos, volvemos las caras en dirección contraria. Espero que nunca dejemos de correr.
Me abstraigo del texto y cuando levanto la mirada intento encontrarte entre aquellos que pasan. A veces lo hago, estás caminando de la mano con alguien más, o solo parada, mirándome como si no me conocieras. Hoy el sol no está y la luna llena canta todos los destinos, todas las vidas. Sentada a mi lado me preguntas ¿Qué pasó con el niño que corría con los lobos? Las bombas caen y nos preguntamos si nos volveremos a ver. Estás de pie recitando un poema sobre gatos mientras, en la cocina, intento parecerme a vos. Me llamas desde el otro lado del mundo para contarme sobre tu nuevo restaurante, yo, en la casa con el lobo y el gato juntos, te cuento sobre el nuevo texto que escribí. La puerta del estudio se abre y entrás diciendo que los gemelos se adelantaron; dejo todos los escritos a la mitad y salimos juntos. Pasas por la plaza acompañada y no soy yo, los chicos corren detrás de ustedes. Estamos junto al lago, los pájaros vuelan en todas direcciones, el test da positivo y sabemos que van a ser dos. Somos desconocidos, nos vemos por primera vez. Ahora amigos y así durante años, hasta que algo llamado amor nos une otra vez.
Me pierdo en la tinta y, fundiéndome en el papel, me separo más de tu consciencia, me vuelvo parte de eso único que amo más que a vos, dejando en la plaza un cuaderno con historias que no nos van a ocurrir u otras que sí. Un cuaderno que relata la esperanza en mi corazón de que, aún en esta realidad, todas mis posibilidades se unan en vos.
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