EN LA CORNISA

Quédate allí, en la cornisa, escuchando. Oirás los gritos de las voces que nunca pudieron ser.
Quédate allí, en la cornisa. Entenderás que si la muerte te canta, pero no te entierra, no es que haya fallado, sino que desea dejar la raíz de la locura, y siempre lo logra.

Te conozco.
La realidad, aunque rebajada por tus destellos de lucidez, es lo que te han ocultado.
La realidad es la lágrima que no ha nacido.
Ahora tus lágrimas arderán, fruto de años de cautiverio.
La realidad es el pensamiento que el ocaso se ha llevado.
Ahora el ocaso comparte un color con la sustancia que forma la realidad.
¿Acaso, desde la primera sangre derramada, no ha sido así?

Te dejaron a la intemperie, sin advertirte del huracán de fuego, con la intención de que te incineres.
Te dejaron a la intemperie, sin advertirte que, para entender el mundo, primero hay que triturar las reservas de nuestro ser e intentar comprenderlas.
Lo que somos, eso es el mundo.
Le hemos obsequiado nuestra pasión al mundo, como Cristo nos cedió la suya en su dolor, para que no sea un enorme desierto donde la arena siempre se escurre entre las manos y solo veamos al crepúsculo nacer y morir.

Ahora temes al huracán de fuego, que no es más que la suma de tus ardores.

Ahora intentas escribir tu lenguaje en el mismo lugar donde un hombre se asfixia y escribe su testamento en un cielo fúnebre.
En vano será: el huracán borrará cada palabra de tu lenguaje.

Ahora, sin deseo y triste, levántate para ver a los jinetes que pasarán en el ocaso ante la llegada del huracán.

Si quieres, puedes refugiarte.
Este es mi bosque.
Cada rama es un momento que he quemado, y cada fruto, un pensamiento que he censurado.

Quizás encuentres la paz necesaria.