Otro atardecer vacío que me toca presenciar con esa mirada de que todo da igual,
los días siguen pasando, yo aquí en cero y mi ser rezando por un poco de paz.
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Al sol le pido que acalore un poco mi ser y que no me haga sufrir en las frías tinieblas de este corazón perdido en el dolor,
tengo la esperanza de que en algún lugar pueda haber salvación y que en mi interior haya algo más que solo rencor.
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Al caer la noche, querer expiar mis pecados se convierte en una necesidad y no tanto en una opción,
porque ya no tengo valor para seguir escapando del dolor ni para refugiarme en el perdón.
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Sigo esperando esa aurora que me salve, que ilumine mi cielo y mi sendero; una luz que no se marchite como esa llama que alguna vez hubo en mi corazón,
que prevalezca a pesar de la tormenta y que no se apague; como mis días, encerrado en la habitación.
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