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En caso de maremoto, ninguna lágrima es salvavidas.

Kitten

Oct 14, 2024

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En caso de maremoto, ninguna lágrima es salvavidas.
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En caso de maremoto, ninguna lágrima es salvavidas.

Sé lo que debes de estar pensando, yo pienso exactamente lo mismo que tú.

¿No te das cuenta?

Me miras y eres incapaz de frenarte.

Tus impulsos hablan por sí solos, a excepción de que esa sonrisa con la que antes lograbas paralizar el tiempo, la asimilo únicamente como la de un depredador, y ya no voy a dejar que te acerques. 

El neón que salpica mi rostro te debe recordar a las luces que iluminaban el bar la noche en que nos conocimos. Dudas que sea yo, —me parezco—, y contrario a desanimarte, es tu propia curiosidad la que te incita a buscar mis ojos desde el extremo opuesto de la barra del bar, aunque sepas que no voy a mirarte. 

Te quieres asegurar de que mi presencia en medio de toda esta algarabía llena de gente que te idolatra, no sea producto de alguna alucinación tuya.

Y debes saberlo, no soy yo, pero oh, cómo quisieras que aunque sea por un momento pudiera volver a serlo.

Te apetece que finjamos que no nos conocemos, porque las mentiras poseen el dulzor que las verdades amargan. Y dopado hasta la médula, te parezco el doble de atractiva.

Pero no dejes que la nostalgia te mienta. 

El poder que ejercía sobre ti ha desaparecido.

No tengo derecho a desordenar tu calma.

Pero si es así, ¿entonces por qué lo deseas?

Tus pensamientos están ofuscados por el alcohol, me miras sonreír, y no hace falta que te diga que estás rompiendo tu promesa de resguardarla, cuando te acercas y tu aliento me acaricia la cara. 

Quieres destrozarme, arrancar a mordiscos la piel que un día te perteneció, porque esa es la única forma en la que podrías reclamarla como tuya, rodearme el cuello con ambas manos y asfixiarme hasta escuchar mi voz implorándote perdón.

No me soportas.

Abrazas la distancia que nos separa, pero aún así tiemblas cuando me alejo.

El infierno que viviste conmigo se pasea por los hemisferios de tu cabeza, y aunque quieres que algo lo detenga, dejas que arda. Piensas que los recuerdos desaparecerán si el viento sopla, pero las ráfagas solo terminan por esparcir las cenizas.

La música,

el silencio,

tus manos,

mis miedos.

En todo, en absolutamente todo estoy yo.

Existo en cada lugar que tocas, incluyendo tu cuerpo, y te maldices entre dientes por ser tan idiota, aunque yo lo sea más.

Ya no me lames el rostro después de llorar, ni me aprietas contra tu pecho herido para menguar los sollozos de aquella vez que entre sueños te confesé que deseaba ir al mar y mis lágrimas rompieron tus tejidos al pensar en la posibilidad de que solo estuviese buscando un pretexto para ahogarme. 

Pero sé sincero,

¿no lo habrías preferido?

Siempre te quejaste de mi locura, aunque al mismo tiempo aborrecieras imaginarme perdiendo la cabeza por alguien más.

Consentiste mi histeria las múltiples ocasiones en las que por accidente y a conveniencia propia, la risa escandalosa que tanto adoraste se convirtió en un martillazo contra tu sien.

Sin embargo, el almíbar de la despedida se sigue chorreando sobre esas memorias que ojalá pronto dejen de atormentarme, y ya no grites que me quieres sabiendo que eres incapaz de sentirlo.

Y en su lugar, acabes con este silencio, diciendo:

"Te quiero,

pero nunca más de lo

que podría odiarte."

Y yo elija creerlo.

Kitten

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