mobile isologo
buscar...

En brazos del cosmos.

Ibdā'

Mar 9, 2025

97
Empieza a escribir gratis en quaderno

La muerte de un ser querido es, sin duda, uno de los momentos más profundos y transformadores que experimentamos en la vida. Es un recordatorio de la fragilidad de nuestra existencia y, al mismo tiempo, una invitación a reflexionar sobre el misterio que rodea el paso de la vida a lo desconocido. Aquellos que parten no desaparecen por completo; su esencia se transforma, se integra al universo de una manera que nuestra mente finita no siempre puede comprender, pero que nuestro corazón intuye.

Cuando alguien que amamos deja este plano terrenal, es natural sentir un vacío inmenso. La tristeza nos invade porque extrañamos su presencia física, su voz, su risa, su compañía. Sin embargo, en medio del dolor, hay un espacio para la alegría y la paz. Alegría porque sabemos que su viaje no termina aquí, sino que continúa en un plano que trasciende nuestra comprensión. Paz porque, en ese nuevo estado, están libres de las limitaciones y sufrimientos que a menudo acompañan la vida humana.

La muerte no es un adiós definitivo, sino un "hasta luego" cósmico. Esos seres se convierten en estrellas que iluminan, en brisas que acarician nuestra piel, en susurros que nos guían en momentos de duda. Su energía se funde con la del universo, y desde allí nos acompañan de una manera distinta, pero no menos real.

En su ausencia, aprendemos a vivir con la dualidad de la pérdida y la presencia. Lloramos porque los echamos de menos, pero también sonreímos al recordar los momentos compartidos y al sentir que, de alguna manera, siguen cerca. La muerte nos enseña que el amor es más fuerte que la separación física, que los lazos que nos unen a quienes amamos trascienden el tiempo y el espacio.

Ibdā'

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión